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Documentació

Aquellos alocados años setenta

Article publicat a “La Vanguardia” el 03/09/04 per Xavier Ayén

Javier Mariscal con bigote y larga melena rizada. En la otra página, sus compañeros de la comuna. Por aquí y por allá, Pau Riba y Sisa, en sus primeros discos y conciertos. También los logotipos que diseñaba el joven America Sanchez. O el pintor Ocaña en una fiesta loca... “La Barcelona de los años 70 vista por Nazario y sus amigos” (Ellago Ediciones) puede mirarse como un divertido álbum de fotos, pero también leerse como una aproximación histórica a una época. Su principal autor, el pintor y dibujante Nazario, ha querido reflejarlo todo: “La música, la política, los movimientos sociales, las fiestas, los maricones... Quería dar una visión en profundidad, contracultural, de la vida cotidiana”. Para ello, ha usado muchísimas imágenes (documentos, dibujos, fotos, revistas...), pero también muchos textos, que ha encargado a 76 protagonistas de aquellos tiempos, además de los que ha rescatado de los medios de la época, como “Ajoblanco” o “Star”, entre otros. Así, su libro es una obra coral en la que, por ejemplo, “si hablamos de Zeleste, aparece la opinión de la secretaria, Cristina, y también la del dueño, Víctor Jou”. “De las huelgas, habla un amigo de la CNT que las vivió. Ramón de España escribe sobre Pepón Coromina, que financió la primera película de Almodóvar.” Otras firmas son las de artistas como Mariscal, Ouka Lele o Ceesepé, o periodistas como Àngel Casas, Llàtzer Moix o Juan Bufill. Incluso escribe “un amigo que trabaja en un sex-shop y que describe su vida a los 18 años, cuando se dejaba meter mano en los bares de Conde del Asalto (actual Nou de la Rambla)”. “Me faltaba la visión de los muertos prosigue , que hay muchos, porque fue una época de excesos, así que también he rescatado textos de ellos.” Nazario se ha preocupado por dar voz al movimiento libertario, “que entonces tuvo un gran vigor, pero que se suele tratar hoy de manera muy somera, e incluso tendenciosa: por ejemplo, en el caso Scala (atentado contra dicha sala de fiestas en 1978), reproduzco panfletos de la CNT, que serán también tendenciosos pero que tienen gran valor, porque hoy se sabe que hubo un infiltrado de la policía que fue decisivo en el atentado”. En los 70, a decir de Nazario, “Barcelona y Sevilla eran las dos ciudades que se movían, Madrid no contaba”. “Aquí teníamos el Price, el Iris, el festival de Granollers, el Zeleste, el Magic, veíamos las primeras pelis de Almodóvar... Estábamos todos con montones de ideas para cuando se muriera Franco. Éramos hippies y creíamos que llegaría la revolución. Había un gran movimiento.” Aunque el libro se ocupa de la política, su autor matiza: “Hablo de una generación que se movía al margen de socialistas y comunistas, que eran los que trabajaban para ocupar el poder en el futuro. Como lo consiguieron, han escrito ellos la historia, y se ha ocultado esta época. Nos veían como unos ‘colgaos’, pero lo cierto es que los anarquistas tenían entonces una capacidad de convocatoria que no tenían ellos, por eso dedico bastante espacio a las jornadas libertarias del Park Güell de 1977”. Fue un movimiento que “se acabó a finales de los 70, cuando volvió la represión, en plena democracia, con detenciones y redadas indiscriminadas”. “El caso Scala consiguió identificar anarquismo y terrorismo. En 1978 y 1979... ¡llegaron a prohibir los carnavales!”, recuerda Nazario. El artista comenta con tristeza que la memoria de esa época se pierde, pues “hay numerosas cintas de vídeo desperdigadas en domicilios particulares, algunas no pueden ni verse porque no se encuentran reproductores del formato en que fueron tomadas...”. “No sé si se quiere recuperar todo aquello. De hecho, La Virreina prepara una exposición sobre la época, y ni me han llamado.” El libro recuerda también la labor de tanta gente que rompió barreras con graves consecuencias para ellos respecto a la homosexualidad: “Entonces estaba todo por hacer: el sistema reeducaba a los gays, los clasificaba como maleantes, les practicaba la lobotomía un invento del doctor López Ibor y te quedabas tonto o, si no, efectivamente, se te quitaban todas las ganas de follar..., tanto con hombres como con mujeres”. No hay lamentos por la época pasada: “He querido hacer historia, aplicar un distanciamiento brechtiano, sin elucubraciones sobre lo que podría haber sucedido si... Simplemente, describir lo que sucedía, sin nostalgias, porque la nostalgia es siempre un fracaso, es no tener lleno el presente, y yo, hoy, le saco el mejor partido posible a mis 60 años, que no cambio por nada”.

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