Documentació
Lúcida y extraordinaria
La esperanza, de André Malraux, es una novela extraordinaria. Hay que tomar este adjetivo al pie de la letra: o sea, que, a mi modo de ver, es un libro que se sale de lo común, de lo ordinario. Una obra fuera de serie. Y ello por diversas razones, de diverso tipo.
Desde un punto de vista formal, La esperanza es difícil de clasificar, por su riqueza de métodos narrativos, su heterogeneidad esencial, aquí, crónica casi periodística de tal o cual acontecimiento de la guerra civil; más allá, novela psicológica o filosófica; por momentos su ritmo narrativo es propiamente cinematográfico: estructurado por lo visual, por la urgencia histórica de los acontecimientos (ahora podrían recordarse los primeros versos del primer poema del libro de Rafael Alberti, "Entre el clavel y la espada", escrito al salir de la guerra civil: 'Después de este desorden impuesto, de esta prisa, / de esta urgente gramática necesaria en que vivo...', frases y conceptos que explican perfectamente, en el contexto de otro quehacer artístico, la forma narrativa de una parte de La esperanza).
Pero en otros momentos de la novela, al cambiar el punto de vista y el contenido, cambia asimismo el ritmo narrativo, que se detiene morosamente -este adverbio proviene de Ortega y Gasset, de su definición del género novelesco, permítaseme recordarlo- en largas conversaciones en las que se elabora y expresa la sustancia histórico política de la novela. Y de la época que se refleja en sus páginas.
Con más tiempo y espacio, hablaríamos de la época...
Dos palabras tan sólo para recordar que la época de La esperanza es la del irrumpir en la literatura mundial de la novela americana, que establece entonces, por aquellos riquísimos y contradictorios años treinta, su hegemonía estética.
El año en que se escribe La esperanza es también el año de la trilogía sobre Estados Unidos de John Dos Passos, 1937 (¡menudo año, por cierto, para un novelista: desde los primeros procesos de Moscú al Guernica de Pablo Picasso!). Me ahorraré prolongar esta digresión aparente, porque estamos en el medio mismo del significado de La esperanza remitiéndome al ensayo definitivo de Claude-Edmonde Magny, L'âge du roman américain, que se publica en 1948.
Pero la novela de Malraux es asimismo excepcional, extraordinaria, desde otro punto de vista, ideológico éste y no estético.
En primera lectura -y ésta sigue siendo válida, porque se refiere a un aspecto esencial del libro-, La esperanza es obra de un compañero de viaje del partido comunista. De un fiel y hasta incondicional compañero de viaje como lo fue Malraux hasta 1939, hasta la sorpresa del pacto germano-soviético, del acuerdo entre Hitler y Stalin, que le permite al primero desencadenar la guerra totalitaria en un solo frente, con el apoyo objetivo de la benevolente neutralidad soviética.
En La esperanza, tanto en la materia misma del libro, en su trama novelesca, su escenografía dramática, como por mediación de determinados personajes, se desarrolla esta faceta de fidelidad a la estrategia antifascista del partido comunista.
La más brillante, más rica y conmovedora encarnación de dicha actitud político-vital de Malraux la constituye el personaje ficticio de Manuel, inspirado de muy cerca en Gustavo Durán, intelectual comunista realmente existente, cuya vida fabulosa ya alimentó el argumento de otro libros (véase El soldado de porcelana, de Horacio Vázquez-Rial).
Ahora bien, al lado de esa fidelidad de compañero de viaje, contradictoriamente complementaria de dicha actitud política, La esperanza despliega en otros momentos, sobre todo en las largas conversaciones de algunos de los personajes principales, una aguda crítica de los fundamentos teórico-filosóficos del bolchevismo, de su oportunismo instrumentalizador, manipulador.
En suma, se encuentra en La esperanza la mejor ilustración y defensa de las virtudes militantes y militares del comunismo de los años treinta. Pero también se encuentra en la novela la más fría y aguda crítica de los principios básicos del bolchevismo (ya se habrá entendido que digo 'bolchevismo' y no sólo 'estalinismo' para que no se escape Lenin de la necesaria puesta en entredicho radical del comunismo).
Por todo ello, por toda su riqueza formal, por la profundidad de sus vislumbres filosóficos, es La esperanza de André Malraux una extraordinaria novela.
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