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Documentació

Las grietas de papel

Article publicat a “El País” el 22/05/04 per J. Ernesto Ayala-Dip

El dibujo de caracteres no le impide a Olga Merino subrayar con igual intensidad en su nueva novela, Espuelas de papel, dos momentos concomitantes de la historia española del siglo veinte: la Guerra Civil y las dramáticas secuelas que dejó su gestión por los vencedores. Quiero indicar con esto que Olga Merino no subordinó ninguno de los niveles con los que esta novela trabaja, el histórico y el intrahistórico. Ninguno de los dos se impone al otro, y este equilibrio de ambas instancias hace que la novela fluya sin fisuras, se desenvuelva como un todo narrativo a pesar de sus muchas idas y venidas cronológicas y espaciales. Ya en su anterior novela, Cenizas rojas, pudimos ver su interés por hacer que los vertiginosos cambios que se estaban operando en la Unión Soviética los lectores los vivieran desde la ficción. En Espuelas de papel la autora catalana procede con el mismo espíritu, incluso con un punto de riesgo que trataré de explicar. Digamos antes que Espuelas de papel está escrita en tercera persona. La elección de esta voz narradora es la acertada, toda vez que se nos cuenta peripecias distintas y alejadas en el tiempo, con varios personajes que aparecen y desaparecen, un volumen argumental si no denso sí poblado, y a la vez nunca esta voz resulta abrumadoramente omnisciente. La materia de esta novela es suficientemente emotiva como para encima añadirle más madera con una elección narradora en teoría más próxima. Así que en este capítulo Olga Merino demuestra una no habitual sapiencia. En cuanto a su asunto, la novela trata de unos inmigrantes andaluces que llegan a Cataluña alrededor de los años sesenta. La protagonista es Juana, una chica de veinte años que se coloca de sirvienta en una casa de Barcelona. La señora de la casa tiene dos hijas (las Monterde) y un pasado brumoso. A Juana (Merchán) le acompaña en protagonismo Liberto, un relojero y antiguo anarquista de cuarenta años que pasó veinte en las cárceles de Franco. Están luego los padres de Juana y sus hermanos, el barrio de extrarradio donde se hacinan, el barrio gótico donde vive Liberto, el trasiego de unos negocios turbios. Sobre la memoria de esta gente, pesan los terribles días de la represión franquista en Sevilla, después de la sublevación. En unos, en otros los otrora desmanes y la rapiña inhumana. Y como elemento que suelda estos dos escenarios cronológicos y humanos, la figura casi mágica de Chachachica. He hablado antes de riesgo. Quien lea esta novela hallará ecos de la narrativa de Juan Marsé. La atmósfera que rodea a las Monterde parece sacada de una novela del gran escritor. Otra referencia es la de Mercé Rodoreda, en cuyo mundo no me extrañaría que Merino se hubiera inspirado para construir al relojero Liberto y su romance con Juana. Sólo creo que Olga Merino no acertó a justificar plenamente en su novela la presencia de Chachachica, un personaje tal vez demasiado entrañable para una historia que no permitía ni un gramo de miel, excepcionalmente imprescindible en la excelente secuencia en la que es vejada por el capitán (real) franquista Manuel Díaz Criado. Trabajar una novela con la sola posibilidad de que alguien identificara en su hechura paisajes tan emblemáticos como los de los autores citados era un riesgo. Y Olga Merino, salvo en el dibujo que le reprocho, salió airosa. Y con una escritura personal y exenta de lagrimeo y demagogia, exigencia, entre otras, con la que hay que contar si se quiere, como la autora, tener un mundo propio.

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