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Documentació

Eduardo Mendoza: 'La novela no ha muerto, sino el lector de novelas'

Article publicat a “El Mundo” per José Oliva el 03/04/2006

'Mauricio o las elecciones primarias' es la historia de un dentista de Barcelona tentado por los socialistas para participar en las autonómicas de 1984

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, que acaba de publicar su última novela, 'Mauricio o las elecciones primarias', considera que la novela no ha muerto, sino el lector de novelas.

El autor vuelve a esa célebre frase que pronunció en los años 90 sobre la muerte de la novela y él mismo reconoce: "Pienso mucho sobre este trasunto y voy cambiando de opinión, en ocasiones hasta dos veces el mismo día".

Mendoza opina que "la novela no tiene la fuerza que tenía antes, pero no porque ahora prefieran ver culebrones, sino porque se ha producido un desplazamiento del discurso de una tribuna a otra".

Antes, continúa, la novela era una tribuna y ahora debe conformarse con ser "una plataforma de entretenimiento y de literatura", lo cual no quiere decir que sea algo vacío.

En su reflexión, Mendoza piensa que la novela ha perdido la influencia directa que tenía, no porque haya cambiado la propia novela, sino porque "el lector se ha transformado". Ante esa crisis, la propia novela busca salidas más o menos honrosas y aquí encuentra Mendoza una justificación al éxito actual de la novela histórica.

El éxito de la novela histórica

"La novela histórica conserva todo lo que tiene la novela como fuente de conocimiento de la realidad, que ofrece al lector una visión global del mundo, como también lo hacen la televisión o el periodismo".

Más allá de ejemplos "ridículos" como 'El código da Vinci', los éxitos masivos de ese género se explican entonces por que "la historia despierta una gran curiosidad y la novela histórica permite al lector entender fácilmente una ciencia árida de naturaleza".

'Mauricio o las elecciones primarias' (Seix Barral) es la historia de un dentista de Barcelona tentado por los socialistas para participar en las elecciones autonómicas de 1984.

Con una ironía hacia la vida y la ciudad y un sarcasmo del que no se salva en esta ocasión de manera especial la política, Mendoza describe los ambientes pequeño burgueses y obreros que de una u otra manera ya salieron en sus anteriores libros como la Barcelona modernista de 'La ciudad de los prodigios' o la de la posguerra de 'Una comedia ligera'.

Admite el autor de 'El año del diluvio' que transmiten los personajes de su novela un cierto "desencanto por la política" y reconoce que, de todos sus protagonistas, "Mauricio es quizá con el que más me identifico, aunque no sea autobiográfico".

Mauricio y Mendoza tienen en común su vuelta a Barcelona en 1983, "cuando se empieza a decorar la casa de la democracia", y un desencanto hacia la política que no es exclusivo de aquí, sino de cualquier país occidental.

Sin embargo, ese desencanto es también matizado: "A ratos pienso que habría que fusilarlos a todos, y a ratos que habría que fusilarlos, pero sabiendo que la alternativa es o una junta militar o una figura providencial salvadora".

Escribir una novela ambientada en los años 80, cuando Mendoza percibía ese "desencanto en la sociedad" hacia la cosa política es para el escritor "jugar con ventaja, porque ya sabes cómo acabó, con los Roldanes y Guerras que hicieron tanto daño no sólo al partido socialista, sino a todo el país".

Licencias literarias

Lejos del corsé periodístico, Mendoza se permite licencias narrativas como poner en boca de sus personajes lo que se decía en la calle en aquel entonces y así de personajes como Clotilde o Fontán surgen calificativos como "partido de fracasados y zascandiles" referido al PSOE o asociación de empresarios que administran el país como un negocio, con relación a CiU.

Mauricio tiene, al igual que su creador, una concepción pragmática de la política -"todo podría ir mejor, pero también peor", dice- y, en una muestra de combinación de "cinismo y realismo", Mendoza apunta que "al final hay que pensar que tenemos que llevar la comida a casa y aquí, afortunadamente, la comida es buena, con mucha proteína".

Pragmatismo, sí; pero no ingenuidad. El propio Mendoza hace balance de la actual Barcelona: "Nos hemos convertido en ciudad a escala mundial sin muchos méritos, sacando mucho partido de un buen clima y una cocina fantasiosa y con unos precios que antes eran buenos y ahora no tanto; pero hemos de saber que en realidad somos pobres".

La política de "centro moderado" que al final hemos acabado aceptando, apunta Mendoza, es un reconocimiento de que "las aventuras (en política) son malas".

Confiesa que situar la novela en esa década previa a los JJOO de 1992 tiene una dificultad añadida por "la falta de perspectiva histórica", pero ello no evita que Mendoza descarte ambientar su próxima novela en la Barcelona del tripartito, algo que de momento no se ha planteado.

Encontrar un tema diferente para una nueva novela es cada vez más dificultoso para Mendoza, no sólo por la competencia, sino también porque "los escritores vivimos cada vez más años".

El escritor barcelonés echa de menos las críticas literarias polémicas, hoy sustituidas por unas "críticas moderadas" homogéneas en todos los medios de comunicación, pero cuando ha sabido que en Italia casi ningún periódico tiene un suplemento literario, como sucede en España, piensa entonces que "lo importante en España es que el cadáver no se muera".

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