Documentació
Interés por las letras de Tísner
El de Tísner era uno de aquellos rostros que no se olvidan. El cuadrito negro que le tapaba el ojo derecho sería una pieza preciada en un museo imposible de complementos faciales, al lado del bigote de Charles Chaplin o las cejas y el puro de Groucho Marx. Su voz, grave y contundente, modulaba un catalán de fusión entre lo culto y lo popular que perdió el segundo sumando durante el franquismo y está por perder el primero durante el pujolismo. Creador adámico y vital, memorialista minucioso, Tísner se daba a todas las causas con las manos vacías y el nombre cambiado. Cuando cumplió ochenta años me confesó que su seudónimo era ya Avel·lí Artís-Gener y le regalé un acrónimo que en estos momentos tristes servirá para glosar su polifacética figura: T de traductor; I de ilustrador; S de soldado superviviente; N de novelista y de "ninotaire"; E de enigmista y de escenógrafo; R de retratista y de reportero. Todo esto, e incluso más, ha sido Tísner profesionalmente. Pero yo me quedo con las actividades derivadas de su riquísima relación con la lengua. Porque Tísner ha traducido al catalán del francés e incluso del español -Cien años de soledad por encargo expreso de su amigo Gabriel García Márquez-, ha sido el padre del crucigramismo catalán -desde sus primeros pasos en "La Publicitat" hasta los últimos publicados en "La Vanguardia" y "Serra d'Or"- y es autor de media docena de novelas espléndidas en un momento en que el catalán era patrimonio casi exclusivo de poetas. Entre ellas destacan Paraules d'Opoton el Vell y Les dues funcions de circ, dos obras que sin duda quedarán. Probablemente su polifacetismo extremo y el merecido éxito de sus memorias "Viure i veure" han difuminado la recepción de su figura como novelista. Pero Tísner ha sido, por encima de todo, un escritor profundamente comprometido con su herramienta de trabajo: la lengua catalana.
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