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Documentació

Ana María Matute: «La imaginación, como la inocencia, es una maldición que se paga cara»

Entrevista publicada a “ABC” el 20/10/02 per Trinidad de León Sotelo

La verdad es que puestos a pensar resulta raro extrañarse de que Ana María Matute escribiese con tan poca edad, porque, a fin de cuentas, escribió Pequeño teatro con sólo 17 años, una novela que fue conocida once años más tarde, cuando ganó el Planeta en 1954. Los originales de los cuentos de infancia que van a conocerse en 2002 se encuentran en la Biblioteca de la Boston University. Comenta la autora que la editorial que los publica se los pidió y que ella dijo sí. «Me ofrecían una cantidad sustanciosa, dice con picardía, y como yo vivo de esto, pues...»

Ana María Matute no recuerda su primer encuentro con un gnomo. No es un fallo de su memoria. Esta mujer de prodigiosa imaginación y mente mágica cree que los duendecillos que habitaron los cuentos que escribió de niña nacieron con ella. «En un cuento que escribí con 5 años el duendecillo sale del cajón de la mesilla de noche de forma absolutamente natural y el niño habla con él como lo haría con su hermano», dice.

La escritora había comentado en diversas ocasiones que empezó a escribir cuentos a la edad citada, pero quizá la mayoría de quienes la escuchaban pensaban que se trataba de algo parecido a ese primer poema de amor que escriben todos los adolescentes. Pero no. La novelista, desde muy niña se volcaba en las palabras y las escribía, algo que los que gustan de hurgar en la psicología achacarían a su tartamudez. Pero parece que en ella ya vibraba la gran creadora que llegaría a ser, la mujer que ha podido decir que para ella «escribir no es una profesión o una vocación, sino una forma de vivir».

El caso es que ahora sus lectores van a poder conocer la obra de aquella pequeña que, llegada a los 76 años, dice no tener tampoco memoria de cuando escribió el primer cuento. Vale repetir que en ella todo fluía, como su contacto con los gnomos, con naturalidad.

Cuentos de infancia (Martínez Roca) recoge nueve cuentos de la más que jovencísima autora. Dos fueron escritos cuando tenía 5 años; uno, con 10; dos, con 12 y, finalmente, cuatro con 14. El volumen incluye, también, un prólogo de Ana María Moix, un delicioso facsímil de El duende y el niño, y una pequeña biografía de Ana María Matute. Las coloristas ilustraciones, también de aquella Matute niña, embellecen asimismo unas páginas que, literalmente, pueden deleitar a chicos y grandes.

-¿Fue usted una niña prodigio?

-¡Hombre, no! Pero tampoco era como las que yo trataba. Eso, seguro.

-¿Qué tipo de niña era?

-Introvertida y muy particular como se ve en los cuentos. Con las personas mayores no me entendía.

-Es sabido que con su madre, poco.

-Sí, entonces sí. Pero algo vería en los cuentos, porque los guardó y me los entregó cuando yo era ya una muchacha. Cuando fui mayor nos comprendimos muy bien. Me apoyó mucho a partir de mis 18 ó 19 años.

-¿A usted no le bastaba con que le contaron cuentos?

-Me entusiasmaba que lo hicieran, pero aprendí a leer prontísimo y sé que aquello de escribir lo que imaginaba iba conmigo.

-¿Se refugiaba en algún sitio para escribir?

-No, lo hacía en el cuarto de jugar que entonces teníamos los niños en las casas. Éramos cinco hermanos, de los que tres éramos chicas y nos llevábamos muy bien. Todos veían que yo escribiera tan normal como que otra hermana acostara a sus muñecas.

-¿Tenían sus relatos un destinatario especial?

-Mi hermano José Luis, el más pequeño. Hasta cuando la tata nos llevaba al colegio le iba contando historias que a veces duraban un mes.

-¿Cómo reaccionaban sus padres ante su afición?

-Les asombraba y lo veían como una gracia. De modo especial les llamaba la atención los dibujos. Tenga en cuenta que cuando yo era pequeña los niños tenían menos contacto con los adultos.

-¿Qué diría de sus primeros pinitos en la literatura?

-Eran cuentos típicos de una niña de aquélla época, románticos y sentimentales. En realidad, eso me ha gustado también de mayor.

-Nunca viene mal una inyección económica.

-No es despreciable. ¡Ojalá lo fuera!

-¿Tiene usted idea de la impresión que causará este libro en sus lectores?

-No, en absoluto.

-Y, para usted, ¿qué ha significado este regreso al pasado? ¿Nostalgia? ¿Melancolía?

-No, no. Más bien algo parecido a la magdalena de Proust. A mí me han producido esas sensaciones algunas cucharillas antiguas como las que había en mi casa, pero son emociones ligadas a la ternura. Me he reído cantidad viendo los cuentos ahora. Me han trasladado a un tiempo en el que me tomaba en serio cosas que ahora me dan risa. Lo que sí advierto es que en esas historias está la levadura de lo que yo iba a ser.

-¿Considera un regalo tener tanta imaginación?

-A veces es una maldición que se paga tan cara como la inocencia. En ocasiones pienso que no pasé de los 11 años, y que no crean que soy tonta, porque no va por ahí la cosa.

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