Documentació
Entrevista publicada a “El Mundo” el 22/02/01 per Emma Rodríguez
Cercanos los ecos de su última novela, Rabos de lagartija, Juan Marsé se presta a mirar al pasado y recuerda gratamente una de sus primeras obras, La oscura historia de la prima Montse. El escritor deja muy claro en esta entrevista, realizada a través de cuestionario, cuál ha sido su objetivo, título a título: acercarse lo más posible a la vida.
¿Está ya muy lejos La oscura historia de la prima Montse?
En el corazón de los lectores no sé qué lugar ocupará hoy, pero en el mío, 30 años después de la primera edición, sigue ocupando mucho espacio, porque se trata de una historia muy vinculada a una etapa de mi vida, en la adolescencia. Los muchachos pobres del barrio hacían entonces lo que podríamos llamar vida de parroquia, o de centro parroquial, y eran objeto de actividades diocesanas y de apostolado o catequísticas, términos que no sé si hoy significan algo. La historia surgió de mis experiencias en ese ambiente.
¿Podría situarse en la época en que escribió la novela? ¿Cómo era el Marsé de entonces, en qué ambientes se movía, cuáles eran sus ideas literarias?
Empecé a escribir la novela inmediatamente después de publicar Ultimas tardes con Teresa, en 1966. Me había casado y afrontaba algunos apuros económicos. Trabajaba por horas en el archivo de una librería técnica de la calle Tuset, traducía del francés, escribía textos para una agencia de publicidad y para solapas de libros, pero encontraba tiempo para Montse. Frecuentaba a los amigos, Gil de Biedma y el grupo de Seix Barral especialmente. En cuanto a mis ideas sobre el arte de la novela, por aquel entonces creo que se reducían a esta arrogancia: todo consiste en tener una buena historia que contar, y saber contarla.
¿Ha cambiado mucho desde entonces?
Pues sí. Los años han atenuado esa arrogancia y otras muchas. Pero no todas... Sigo pensando que el intelecto no le hace ningún bien a la novela, y que el arte del novelista consiste, sobre todo, en hacernos olvidar que emplea palabras. La oscura historia de la prima Montse es una de mis pocas novelas que parte de ideas y no de imágenes, es decir, que se organiza sobre una reflexión intelectual: quería ilustrar las contradicciones y la hipocresía de un sector de la sociedad tradicional católica, poner en evidencia la falsedad de su sistema educativo y moral. Procuré hacerlo trabajando con materiales que conocía muy bien, para que las ideas no se impusieran sobre los hechos, ahogando la vida que toda ficción debe transmitir. Unos hechos, además, aunque ya sé que eso carece de importancia desde el punto de vista estrictamente literario, basados en una historia real que viví de cerca a los 15 años.
¿Cómo valora y siente la novela desde la distancia?
Hoy se me antoja una novela más atrevida y más dura de lo que creía. Está llena de sarcasmo, parodias, invectivas y mala uva. Pero no la considero novela de denuncia, porque el personaje de Montse Claramunt, su triste peripecia vital, su intimidad más secreta y generosa, su sueño de ofrecimiento total a una causa noble, me sigue mereciendo más respeto que el supuesto afán de denuncia y de sátira que pudo animarme inicialmente.
La oscura historia de la prima Montse está muy cerca de Ultimas tardes con Teresa. El mundo de ambas es el mismo. Reaparecen personajes como el Pijoaparte, que de nuevo vuelve a tener una relación amorosa con una mujer de la clase alta... ¿No había cerrado del todo la puerta de ese mundo? ¿Sentía necesidad de seguir indagando?
Nunca he cerrado del todo la puerta de este mundo, porque es el que conozco mejor. Aunque sigo viendo cosas en él que todavía no me explico ni sé explicar. En efecto, en La oscura historia... reaparecen algunos personajes de Ultimas tardes..., pero la relación amorosa de un joven sin medios de fortuna, por decirlo a la manera de la novela del XIX, con una muchacha de la clase alta es un asunto que está tratado de distinta forma en ambas novelas. Y en realidad, este tema, que en La oscura historia... no es más que un subtema, se despliega con más intencionalidad y matices en la relación entre Paco y Nuria, la hermana de Montse, que entre ésta y el presidiario. El infortunio de Montse es evocado por Paco desde su orfandad social de pariente pobre, de modo que se constituye en conciencia moral de unos hechos.
Frente a la rebeldía y al carácter transgresor de Teresa, Montse es la bondad personificada. ¿Podría decirse que es su personaje más puro, más desinteresado?
Es mi personaje femenino preferido, junto con la Pelirroja de Rabos de lagartija. Y lo es por razones no estrictamente literarias, sino más bien vivenciales.
¿Ha conocido a muchas Montses en la realidad?
Me gusta pensar que hay gente así. He conocido algunas personas maravillosas, limpias de corazón y de una generosidad sin límites, llevadas por su idealismo a situaciones extremas, más o menos engañadas. Son personas que sin proponérselo, llevadas por su ideal, se encuentran rompiendo moldes de un supuesto bienestar social, o de una engañosa bondad cristina, o de unos escleróticos principios morales que no hacen sino servir a intereses de clase o salvaguardar corruptelas y falsos prestigios.
En La oscura historia... ya criticaba el catalanismo, la xenofobia de una sociedad a la que siempre ha pertenecido. ¿Le ha resultado difícil convivir con ello?
Los nacionalismos, las patrias, las banderas, la xenofobia...Sí, son cosas que no me merecen el menor respeto. Convivo con todo eso desde niño. Estoy a favor de cualquier actividad razonable encaminada a potenciar la lengua y la cultura catalanas, que considero tan mías como la lengua y la cultura españolas, pero nadie me hará comulgar con ruedas de molino: ciertos abanderados de lo catalán simulan confundir la lengua con la cultura y en realidad sólo buscan medrar en la política y oficiar en los altares del patrioterismo. Hay mucho papanatismo y mucho arribista por aquí, y en el resto de España también. En boca de los políticos, las patrias no son otra cosa que carroña sentimental. Yo, cuando oigo hablar de patrias y banderas, me llevo rápidamente la mano a la cartera. Respecto al célebre conflicto lingüístico, opino que ningún poder público está legitimado para obligar a nadie en Cataluña a usar una lengua, de las dos que disfrutamos, en perjuicio de la otra.
¿Qué lugar ocupan con el tiempo los personajes de sus novelas? ¿Dónde están el Pijoaparte, Teresa, Montse...?
Muchísimos personajes, y no sólo los de mis novelas -ellos los que menos-, ocupan buena parte de la memoria más feliz que he atesorado en esta vida. Conviven conmigo desde hace muchos años, y me hablan.
El narrador de La oscura historia... reivindica el papel de la memoria. «La memoria lo es todo para mí», dice.
¿No engloba esta frase toda su literatura?
La voz del narrador en La oscura historia... es una voz herida por la culpa. Está evocando hechos dolorosos, y todo lo fía a la memoria. Yo no me fío tanto a la hora de escribir: reinvento, modifico, enmascaro, según me dicta la imaginación o me exige la lógica interna de la novela, cuyas leyes conviene respetar en beneficio de la propia dinámica narrativa. Sí, la memoria lo es todo... a condición de que sepas manejarla. Fidedigna o alterada, eso carece de importancia en materia de ficción.
¿Siente que su última obra, Rabos de lagartija, concentra todos sus temas y obsesiones?
No lo sé, algo hay de eso, quizá. Pero la pregunta que yo me hice cuando la escribía es otra. Recuerdo el día que, sentado frente a la segunda o tercera versión manuscrita, después de casi dos años de luchar a brazo partido con los episodios que más se me resistían y de superar horas y horas de desaliento, me paré a pensar en los diversos ecos de otras novelas mías que se oían en el texto, no podía dejar de oírlos, y no me importó porque el resultado global me tenía bastante satisfecho, y porque la gran pregunta era otra, siempre es otra: ¿Hay vida aquí? ¿Transmite vida todo eso que has escrito? Porque las buenas ideas, la prosa distinguida, las rigurosas estructuras o los fulgores de la lengua y de la imaginación, con resonancias propias o ajenas, no garantizan ese primordial trasvase de la verdad y la vida que toda obra de arte debe establecer entre ella y el mundo.
¿Qué nos espera ahora a los lectores de Juan Marsé?
Otra novela, si soy capaz de llevarla a término.
¿Qué piensa cuando se le cita como un clásico? ¿Le gusta que los autores más jóvenes le cuenten entre sus preferencias?
Agradezco el piropo, pero ¿cómo se puede calificar de clásico a quien se considera un aprendiz de novelista? Lo único que me importa es el trabajo, y eso está asegurado, porque creo que el arte de la novela no morirá nunca. En cuanto a las preferencias de los autores más jóvenes, dejando de lado algunos amigos fieles, no creo que me presten mucha atención. Seguramente hacen bien. ¡Hay tantas maravillosas novelas de tantos maravillosos autores del mundo entero!
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