15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Empar Moliner

Article publicata a “La Vanguardia” el 17/04/04 per Anton Maria Espadaler

No hay duda de que ciertos libros tienen propiedades curativas. Lo aseguraba Rabelais y, como él lo demuestra de sobras, hay que creerle a pies juntillas pregonando los grandes beneficios que ha de reportar la lectura de las crónicas del “enorme gigante Gargantúa”, sano ejercicio que convenía muy especialmente a los que sufrían de viruela y a los gotosos. Quizá no hace falta decir que “las virtudes, propiedades y prerrogativas ocultas” que tienen en común los impresionantes títulos que preceden al Gargantúa se refieren todas a los formidables momentos de distracción y agradable entretenimiento que proporcionaban estas historias, capaces de aliviar males tan insidiosos. Supongo que la lista podría ser ampliada y elaborarse a conveniencia también en nuestros días, en los que, ay, habría que dedicar un inacabable apartado a las diversas especies de chaladura. Por eso estoy convencido de que pocos libros han sido escritos con tanta oportunidad y tan benéfica utilidad para la cosa pública como el que recopila los últimos cuentos de Empar Moliner, T'estimo si he begut. Una de las creencias más firmemente arraigadas de nuestros días es la que sostiene que la vida de uno discurre en un clima de libertad sin límites ni cortapisas, porque uno es dueño y señor de su circunstancia, hasta el punto de que todo lo que le pasa por la cabeza a uno es correcto, sensato y realizable. Con una sola e indispensable condición: que se amolde al aire de los tiempos y, sobre todo, adopte su semejanza. Los personajes de la Moliner, reales como la vida misma, están formados por el barro con el que se amasa esta convicción. La dimensión del cuento, que obliga a concentrar los motivos para lograr sus efectos, subraya sus rasgos, pero no busca su deformación o su representación caricatural. El espejo que pasea por sus escenarios no es el del callejón del Gato, que devuelve una imagen enrarecida y casi monstruosa, que se resuelve en el sarcasmo y se expresa en la tragedia, sino un espejo que capta aquellas muecas que sus mismos actores ignoran, que son descritas con ironía y hallan su clave última en la comedia. La mueca fundamental que arrastran esos personajes consiste en ignorar que algunas conductas sociales hoy indiscutidas y vinculadas a la corrección en todos sus ámbitos (la ecología, la solidaridad, los derechos humanos) y el lenguaje con que se afirma pertenecer a la modernidad son potentes marcos mentales que en lugar de abrir la realidad la aprisionan, la inmovilizan y la empequeñecen. La paradoja mayor es ésta: nunca nadie creyéndose más libre había obedecido tanto. Ésa es la lección de la Moliner, una crítica que gracias al humor está destinada a ser más eficaz, quiero decir más digerible, a esas ataduras y que se traduce en un vigoroso alegato por la libertad. La comedia, desde siempre, ha sido el género que se ha utilizado para describir y emitir juicios sobre el estado moral de la sociedad. “La comedia dice una definición clásica es una narración que contiene diversas enseñanzas sobre inclinaciones públicas y privadas, de las que se aprende lo que resulta provechoso para la vida y lo que, al contrario, conviene evitar.” La Moliner cumple con ella al pie de la letra. Y de modo personalísimo y excelente. Cada vez que escribo su nombre, el corrector menuda pretensión escribe por su cuenta Impar. Impar Moliner. Única en su género. Inigualable.

Tornar