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Documentació

Terenci Moix: «Chulas y famosas refleja la mitología del pensamiento de derechas»

Entrevista publicada aldiari “ABC” per Pedro Manuel Víllora

Dijo Carlos Barral que «el mundo será cada vez más feo», y lo recuerda Terenci Moix para abrir estas páginas «del diario privado de Miranda Boronat y todo cuanto les ocurrió a sus ochenta mejores amigas». Ochenta muestras del horror contemporáneo, de la degradación de una especie llamada humana, contada por uno de sus más agudos críticos. No puede extrañar que Terenci Moix se declare amante de la Antigüedad. Por lo menos ahí puede escoger su tiempo favorito, y no el que le ha tocado vivir y cuyo rechazo expresó en la «severa» El sexo de los ángeles y las jocosas y extravagantes Garras de astracán, Mujercísimas y Chulas y famosas.

-¿Cómo es el proyecto literario donde se inscribe Chulas...?

-Aunque ha prosperado la idea de que es una trilogía, no lo fue en un principio. Además, Garras de astracán, Mujercísimas y ésta son novelas estilísticamente muy distintas. Chulas y famosas evoluciona hacia una depuración expresiva, incluso temática; nace del cansancio que me inspiran determinadas armas de la literatura: literatura descriptiva, analítica, psicoanalítica, literatura de sentimientos. Eso ya estaba en Mujercísimas respecto de Garras de astracán, donde sentí la necesidad de incluir unas historias sentimentales y recreación de ambientes; de hacer y esto la crítica, naturalmente, no lo vio- una imagen mítica de Madrid tal como la puede ver una persona que viene de fuera. Aquí no ocurre eso; como bien ha visto mi hermana Ana María, en Chulas... hay un retorno a una de mis novelas favoritas, Amami, Alfredo!, pero más depurado: tanto el ambiente como los personajes se explican a través del diálogo y la dinámica.

-Gimferrer dice que la protagonista es el habla; usted menciona la depuración expresiva; ¿cuál es su relación con el lenguaje?

-Un enamoramiento del lenguaje, pero lo ha sido siempre en mi carrera. Se me ha dicho que no cuido el lenguaje, y no es verdad; lo que pasa es que no sé más, o no sabía más, y hay que calcular las posibilidades del escritor en cada momento de su carrera. En La torre de los vicios capitales, en su versión catalana, el lenguaje está cuidado hasta el límite del error continuo: el hecho de inventar me obligaba a un catalán que no dominaba y me llevaba a auténticos disparates, que pienso mantener si lo reedito. En Chulas y famosas hay un elemento coloquial reinventado con fines literarios; es evidente que el lenguaje coloquial, que intento que sea muy ágil, no es el mismo que el de una serie televisiva: intento que haya una reelaboración de lo cotidiano, dándole la vuelta a las frases; nada que, por otro lado, no hayan hecho Jardiel Poncela o Groucho Marx. En cuanto a la depuración, es algo lógico respecto a la edad: en un momento de tu vida tienes la impresión de que ciertas cosas ya las has hecho. Por ejemplo, si hoy hiciese El sueño de Alejandría, al reinventar el foro de Augusto tendría la impresión de que el CD-Room del Roma Virtual estaría más conseguido que toda la descripción que pudiese hacer, y en lugar de ir a los detalles iría a una elaboración poética de esto.

-La estructura tiene la apariencia de una yuxtaposición de episodios independientes, cuya relación cobra sentido más tarde.

-La construcción estructural de Chulas y famosas tiene un rigor que luego me ha asombrado, porque nació del ímpetu de hacer una novela dentro de la novela: una novela que se va haciendo ella sola. Es un poco una reacción contra la pedantería que se advierte en parte de la literatura española, que se regodea en el sufrimiento de escribir. Yo he incluido un Autor que se queja de no tener tema, y su propio personaje está encontrando temas para veinte novelas, entre ellos el tema de la mentira de la misma novela. Definir qué es novela, y qué no, me parece un disparate; ésta, en última instancia, es una sucesión de acciones encaminadas a reflejar una mitología del pensamiento de derechas. Miranda Boronat casi es ultra, pero prefiero que lo vaya revelando ella mediante sus opiniones y actitudes.

-La introducción del Autor como personaje, un eco pirandelliano, favorece una redefinición del punto de vista.

-Sí. El Autor es parte de la ironía de la obra: es un artilugio técnico; no es un ser angustiado por las dificultades de crear, sino un tontito. Es una ironía sobre el autor trascendente: una de las cosas que me repatean de la literatura española son las lecciones que algunos escritores nos dan acerca de lo que debe ser la novela, y el Autor es más una respuesta a esto que una burla sobre mí mismo. El Autor no soy yo. En cualquier caso, forma parte de una estructura que en última instancia es clásica: si el libro tiene alguna originalidad, está en el ritmo y en el sentido de la elipsis constante, que me viene más del cine, de Una mujer de París o Lubitsch, que de la literatura. Lo original de la estructura es que ese rigor se rompe por capricho.

-¿Contra qué reacciona con el personaje de Miranda?

-Contra nada. Es un divertimento, un capriccio. Lo que pasa es que este libro, que surge del intento de hacer una comedia alocada y donde lo que más me interesaba era el ritmo y el absurdo, se va envenenando; y en el caso de Miranda, de un personaje entrañable termina saliendo una bestia. La novela, que empezó como un Jardiel, derivó al esperpento según se abría la caja de Pandora y aparecían motivos de cabreo. Pero insisto en que sólo estaban planeados el principio y el final, y el resto ha sido condicionado por el entorno, por una reelaboración del estado de ánimo frente a la contemporaneidad, a lo que me indigna de una manera inmediata e incluso cínica: si aparece «la tortilla Ana Frank», habla una insensata, no yo. Aunque en definitiva pienso que el insensato c'est moi.

-En relación a Chulas y famosas se ha hablado de Satiricón, Valle, El diablo cojuelo... ¿Hay un intento de establecer un diálogo con ellos?

-Es seguir el sistema de Satiricón, que muestra un período de la vida social romana vista a través de jovencitos, o de la visión de la intimidad madrileña en El diablo cojuelo. Esto está muy presente en mi carrera, y ya en El día que murió Marilyn ocurría así, sólo que con un material noble. Aquí trabajo con materiales de derribo.

-Con tanta variedad de materiales, ¿cree que la crítica o el público tienen dificultades para valorarle?

-Los lectores, no. La crítica, sí, por lo menos con Garras de astracán y Mujercísimas. Siempre se ha dicho que el drama es una instancia superior, y se me ha dicho claramente que estas pertenecen a un género menor. Mujercísimas es una novela subversiva y difícil de elaborar. A los críticos les pasa inadvertido su carácter virulento, y no le digo ya el proceso de construcción. No se les ocurre que pueda ser más difícil construir Chulas y famosas que El día que murió Marilyn, donde los problemas son otros. La crítica de "El País", por otro lado excelente, dice que Chulas... no es una novela, y es que los críticos todavía tienen unos esquemas fijos que no se borran

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