15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Nostalgia y humor apoteósico

Article publicat a “La Vanguardia” el 03/04/2003 per Julià Guillamon

La prematura deserción, el paso al castellano, su carrera mediática, la aparición de escritores como Biel Mesquida o Quim Monzó que muy pronto vinieron a ocupar su vacante, tienden a ocultar la enorme significación de la obra de Terenci Moix en la literatura catalana contemporánea. No sólo por la importancia literaria y simbólica de El dia que va morir Marilyn, un riguroso intento de adaptar la gran tradición de la novela europea al contexto catalán y barcelonés (la primera versión surgió tras una lectura del Ulisses), sino, sobre todo, por el carácter gamberro e iconoclasta, egocéntrico y excesivo de los libros que escribió tras esta novela. De las sádicas fantasías de Oliveri, el canalla encantador de Onades sobre una roca deserta, hasta el Egipto de lentejuela y plexiglás de La torre dels vicis capitals (con un Tutankamon que se parece al príncipe Juan Carlos), a la sodomía en familia, pasoliniana, de Siro o la increada consciència de la raça. Cuando los escritores jóvenes buscan nuevos modelos con los que enfrentarse a la realidad, la libertad de Terenci, el desparpajo en la lectura de la tradición propia, deberían servir de referencia. La costra de época una mezcla de influencias brechtianas y espriuanas, decadentismo y esnobismo salta fácilmente y permite descubrir una prosa que alterna la nostalgia lírica y el humor apoteósico. En El sexe dels àngels, reelaborado en la década de los noventa a partir de un original de 1969, ya no hay costra, y Terenci deslumbra como un estupendo imitador de voces. Los retratos de Espriu y Maria Aurèlia Capmany, la escena de la entrevista entre Terenci, Colita y Jordi Pujol (a propósito de unas fotos del “ou com balla” sobre un chorro de orines) o el recibimiento a Carner por los patriarcas de Òmnium Cultural, son antológicos. Se inscriben en una trama que, sobre el inevitable fondo egotista, plantea uno de los grandes temas pendientes de la crítica cultural. ¿Por qué fracasó el proyecto intelectual catalán de los sesenta? De lo que he ido leyendo en los últimos años me quedo con Garras de astracán, la primera de las novelas de sátira social, de las que tal vez ha abusado, y con algunos pasajes de los libros de tema egipcio en los que los desgarrones de los decorados permiten reconocer escenarios y tipos populares de la calle Ponent. Los mismos personajes y situaciones que aparecen en el primero de sus volúmenes de memorias, El cine de los sábados. Ahí Terenci vuelve a brillar por la capacidad para entremezclar elementos que forman parte de la memoria de una época con el retrato del nacimiento de su sinuosa sensibilidad. Aunque se pueden leer como una fábula, las memorias de Terenci son un documento sobre temas de los que apenas existe literatura. En El beso de Peter Pan, Terenci recrea con gracia chascarrillera sus aventuras como meritorio escaqueado de distintas editoriales barcelonesas. La misma veta satírica aflora en Extraños en el paraíso al evocar el clima de oficina siniestra de la redacción madrileña de Film ideal. Los retratos de los amigos son insustituibles: Pasolini, Néstor Almendros, Jaime Gil de Biedma y la generación de los “niños sabios”: Pere Gimferrer “vestido con un traje de funeraria” , Maruja Torres, Ana María Moix. No creo que sea ninguna desconsideración hacia la obra de Terenci Moix afirmar que lo mejor de ella está en catalán. En los libros que publicó a finales de los sesenta se pueden reconocer las líneas principales que desarrolló posteriormente en castellano. En los últimos años se han publicado diversos trabajos de Josep Anton Fernández y Josep Miquel Sobrer que le sitúan en un primer plano. Pero queda mucho por hacer. Entre otras cosas volver a El dia que va morir Marilyn y El sexe dels àngels para, a partir de una lectura sin prejuicios, intentar comprender qué hubo de insuficiencia de un modelo, de incapacidad y de interés, en el proceso de ruptura de Terenci con la cultura catalana, que se inicia con la crisis del premio Sant Jordi de 1969.

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