Documentació
Un mundo de apariencias
Si bien se mira, en esta novela, la primera que publica Carles Miró, no pasa nada. Entendiendo este no pasa nada como el discurrir de la vida personal y colectiva por la inanidad y el conformismo más ensordecedores que el autor eleva a categoría definitoria del país. La novela la protagoniza una pareja. Él, profesor de instituto, afronta un fin de semana cualquiera en ausencia de la mujer a la que ama en viaje de negocios a China. El anuncio del fallecimiento de una antigua novia del protagonista y una comida pendiente con un amigo son el detonante para que nos explique la levedad existencial pasada y presente. Los dos días se convierten en un repaso a la ordinaria locura que preside las vidas de una generación que ahora ronda los treinta y que, en busca de respuestas, descubre desencantada que hay demasiados mitos con los pies de barro. Se trata de una generación que no se ve a sí misma como tal y que, siendo niños durante la Transición, una vez llegados a la edad adulta la desmitifican sin excesivos complejos. Un tercer capítulo, que se desarrolla seis meses más tarde, ya en Navidad, cede la voz a la parte femenina que el lector ya conoce gracias al intercambio de correo electrónico durante el fin de semana mencionado. Con ella nos adentramos en los entresijos de la vida de pareja y familiar, con sus silencios y medias verdades. La intimidad es vista como el último refugio del individuo desde el cual construir unas pocas certezas asequibles y siempre a escala doméstica.
Contra la complacencia
Carles Miró, con una prosa fluida y exacta, acierta a integrar, sin sobresaltos y roturas del ritmo y estructura narrativas, un furor iconoclasta cargado de un humor saludable no exento de cierta acidez. Bastará un ejemplo. En uno de los paseos que emprende el protagonista y durante los cuales pone patas arriba el mobiliario de tópicos que pesan sobre la ciudad y el país, llega hasta el Arc de Triomf, del que dice que éste es un arco on no s'hi ha celebrat mai cap victòria; potser és això, el seny català. ¿Se ha convertido el tan elogiado seny en una coartada ideológica? ¿El seny se ha metamorfoseado en una forma de autocomplacencia y una variante de lo políticamente correcto?
Tornar