Documentació
La música Mesquida
La vibrante literatura de Biel Mesquida no está hecha de textos callados que descifra frío el intelecto. Sus escritos son composiciones que despiertan a ritmo de jazz los sentidos del cuerpo y ponen a trabajar mecanismos secretos de la inteligencia. Es una voz única, distinguible de todas las demás, un sello Mesquida que siempre sorprende, porque nunca se repite. Sabe que los temas literarios no varían desde Homero, la vida, la muerte, el amor, el misterio, la amistad, el odio, el dolor, la guerra, la risa o la tristeza. Lo que cambia es la forma de contarlo. La forma es el factor que convierte una obra de arte en perenne, en un clásico. “Si quiero contar la historia de Simbad y la princesa, la contaré con mi voz propia. Una vez añadidas mis pasiones, mi sexo, mi estética, mis conocimientos... entonces saldrá una historia distinta, sólo mía”, dice Mesquida. Y en ello está desde hace 30 años, desde L'adolescent de sal, el libro que convulsionó las letras catalanas con su desparpajo, libertad e irreverencia. La literatura de Mesquida no es una escritura callada, porque él le inyecta música desde el mismo inicio. Como no necesita publicar al dictado de las necesidades económicas de las editoriales, su afán por dar placer y ser perenne le permite ser lento y perfeccionista. Escribe y lee lo escrito en voz alta, lo reescribe y lo vuelve a leer las veces que haga falta para limar aristas, modelar su música, ritmar los tiempos, hacer casi carnal el lenguaje. “Literatura dice es cargar el lenguaje de altas tensiones, hacerlo incandescente, luchar contra los clichés y evitar los tópicos, crear una lengua viva que alimente al lector.” La música Mesquida se forjó en su nomadismo por la geografía de habla catalana. Nació en 1947 en el Mas d'en Sales, Castellón, porque su madre, feminista “avant la lettre”, quiso que naciera en el lugar donde trabajaba. Ella era maestra, como su padre, de la generación de maestros educados durante la República. Sus destinos educaron el oído de Mesquida en la riqueza dialectal del catalán: Palma y Santa Maria del Camí (en vacaciones), Ciutadella (cuatro años) o Manacor (donde estuvo hasta los 17 años), más los viajes con su madre a Francia y Barcelona. Lee desde los dos o tres años y escribe desde que tiene memoria: cartas, poemas, guiones de cómic, comentarios de películas. Pero a pesar de ello, y a pesar de que en Mallorca trataba a la intelectualidad catalanista Blai Bonet, Llompart de la Penya, Francesc de Borja Moll , cursó Biológicas en Barcelona por su convicción de que ciencia y humanismo son una misma cultura. Allí descubrió que el catalanismo no era algo clandestino y minoritario, como en Mallorca, sino un sentimiento natural y compartido. Pero, sobre todo, Barcelona cambió su vida. Fue la formación del adolescente de sal en una ciudad que vivió en aquellos años un estallido de libertad irrepetible. Le recuerdo en los mítines antifranquistas del frente cultural del PSAN, irrumpiendo en el estreno de “Rocky horror show” con Ocaña vestida de flamenca, en recitales poéticos con Pep Maur en el campus de Bellaterra o en la filmoteca presentando a Marguerite Duras. Mesquida trabajaba en la parte científica de la Gran Enciclopèdia Catalana, normalizando los términos biológicos al catalán, y el resto del tiempo lo dedicaba a la educación sentimental y cultural: con Miquel Barceló, Nazario, García Sevilla, Cardín, Broto, Grau, Llovet, pero también Tàpies, Foix, Miró, Ferrater, Óscar Massota, el Club 49 y las veladas de La Ricarda, la finca de los Gomis. También los viajes a París con el grupo Tel Quel,Barthes, Kristeva y Sollers. “No predicábamos, actuábamos”, dice Mesquida, que evitó, por su vena anarquista y su idea de libertad intelectual, militar en partidos. Poco a poco, aquel fervor se fue desvaneciendo. Mesquida sitúa el fin en 1980. “Aquel nacionalismo abierto, receptivo, se hizo, con el poder, cerrado e involutivo.” La aventura de la Gran Enciclopèdia acabó mal y él regresó a Mallorca. Ahí sigue, centro incansable de las actividades culturales más vigorosas, que él, riendo, equipara a las misiones barraquistas de Lorca, campañas de alfabetización de una sociedad culturalmente anoréxica, el uso social del catalán en retroceso, con sonadas visitas a Barcelona y, sobre todo, poniendo música Mesquida a la literatura.
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