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Documentació

Las cartas de Laforet y Sender revelan por qué dejó de escribir la autora de Nada

Article publicat a “La Vanguardia” el 03/07/2003 per Xavier Ayén

Carmen Laforet cumplirá 82 años el próximo mes de septiembre. La autora de Nada, la novela que ganó el primer premio Nadal en 1944 ­y que sigue vendiendo unos 7.000 ejemplares anuales­, tendrá un motivo de alegría, pues Destino ha decidido reeditar sus obras a partir de entonces. Como prólogo, ahora aparece el volumen Puedo contar contigo, la correspondencia inédita que mantuvo con Ramón J. Sender entre los años 1965 y 1975, que refleja un alto grado de intimidad así como las claves del silencio narrativo de Laforet, que publicó su último libro en 1970. Cristina Cerezales, hija de la escritora ­a la que una enfermedad senil impide el habla­, explica: “Mi madre y Sender se conocieron en 1965, en EE.UU. ­donde él estaba exiliado­, en la visita que ella realizó invitada por el Departamento de Estado”. Entre ambos encuentros media una intensa relación epistolar que ahora aparece editada por Israel Rolón Barada. Laforet le confiesa a Sender su desánimo literario, su pereza para escribir, en un contexto personal duro ­por su separación, en 1970, y la falta de una estabilidad económica­, pero también por las circunstancias generales: el clima político y social ­con un machismo que hace que en las entrevistas deba responder cosas como si quiere más a sus hijos o a sus libros­ y por lo gris del mundillo literario, que ella ve repleto de “envidias, enemistades, rencillas”. Laforet no quería adscribirse a ninguno de “estos reinos belicosos”, por lo que, asegura, la consideraban “enemiga de todos. O tonta, o malvada, o lo que sea. Yo no soy luchadora”. El infatigable Sender es su antítesis, y la anima constantemente a que escriba: “Robe tiempo al tiempo y escóndase y siga trabajando en (...) lo que nadie puede hacer sino usted. Tiene un gran talento que no es ya propiedad suya sino de todos nosotros”. Laforet habla también a Sender de su desencanto de la España franquista, y Sender le confiesa que “el césar pequeñito” es la única persona a la que guarda rencor. El autor de Réquiem por un campesino español detallará a su amiga sus crisis de ansiedad “porque no me avengo a ser viejo”. La religiosidad es otro tema de las cartas, pues ambos creen en Dios ­con distintos matices­ y comparten una devoción hacia santa Teresa. El volumen se inicia con la carta de felicitación ­no respondida entonces­ que envió Sender a Laforet tras la lectura de Nada en 1947. Rolón admite que “debe de haber más cartas, pero no han aparecido”.

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