Documentació
Herreros y alquimistas
Al final de las dos primeras entregas de la trilogía L´atzar i les ombres, Julià de Jòdar (Badalona, 1942) incorpora un último episodio que traslada la historia al presente e introduce dudas razonables sobre su veracidad. En L´àngelde la segona mort (1997) es una escena en el cementerio. El protagonista regresa al barrio de Guifré y Cervantes para identificar los huesos de sus parientes. Descubre la tumba de Ángel Cucharicas, el zagal supuestamente mutilado la noche de San Juan, con los dos pies. En El trànsit de les fades (2001) se reencuentra con Lilà, a la que creíamos muerta desde 1958, en un piso de Sant Pere més Baix. A través de este artificio, Jòdar da a entender que la obra literaria es una construcción autónoma que, a partir del encuentro con un chaval del barrio a quien se conoce de vista o de la visión fugaz de una mujer en la ducha, el novelista puede imaginar amores imposibles y muertes misteriosas que sacan a la luz lo reprimido. El escritor es soberano: retoca, dramatiza, transforma. En El metall impur la corrección final adquiere más relieve y da lugar a una composición en doble plano. El relato propiamente dicho sigue las peripecias del joven Gabriel Caballero en la fundición La Farga, junto al Besòs, y describe el accidente en el que un joven oficial perdió la vida. Esta historia se contrapone a las investigaciones del señor Lotari, que ha encontrado el mecanuscrito de El metall impur tirado en los Encants. Lotari husmea en los archivos, viaja a Madrid, Galicia y Málaga, siguiendo el rastro de los personajes y comprobando a cada paso que el original no se ajusta a la realidad. La encuesta del "ingenu cercador de l´estèril veritat"es un alegato en favor de la novela. "Qui ha estat, ja no pot no haver estat: aquest fet misteriós i profundament obscur d´haver estat, ja és el seu viàtic per a l´eternitat", reza la cita de Vladimir Jankélévitch que abre este tercer volumen. L´atzar i les ombres se sitúa en las antípodas del realismo y de la crónica, comoun acto fundador
Voces complementarias
Jòdar juega con las voces narrativas. Introduce, junto a otras figuras menores, un desdoblamiento del personaje, una figura vicaria de sí mismo, "el noi que va prendre el relleu de l´Eulògia". Esta Eulògia es un personaje mítico del barrio, que encarna el poder de la tradición oral. El chico que toma su relevo representa la fuerza de la escritura. Sirve de contrapunto al personaje de Gabriel, apocado, a veces mezquino, atenazado por el narcisismo y por el instinto de conservación. A través de las dos voces complementarias del narrador y de "el noi que va prendre el relleu de l´Eulògia" cada episodio se analiza desde múltiples puntos de vista. Una misma chica puede aparecer ante los ojos de Gabriel como tres mujeres distintas. La política, la sociología, la historia y el psicoanálisis se proyectan sobre el relato y en lugar de fijarlo le aportan fluidez. Toda la novela gira en torno a la capacidad de transformación: transformar el dolor en belleza (que es el objetivo último de la creación literaria), transformar la humillación en libertad (que es el propósito de la lucha de clases), transformar el olvido en memoria (que es el objeto de la historia). Esta operación intelectual tiene su correlato en la recreación del mundo de La Farga y en las inolvidables páginas que Jòdar dedica a describir los procesos industriales, con las soberbias descripciones de escoriaciones y coladas. A diferencia de las dos entregas anteriores, pautadas por el ciclo simbólico de la noche de San Juan y Semana Santa, en El metall impur se ha abolido el tiempo natural. Seguimos a Gabriel en un viaje simbólico, en madrugadas siempre idénticas, siguiendo la muralla de Can Clos, recibiendo la visita de aparecidos, hombres y mujeres que la sociedad ha echado a la cuneta. Dionís el foll, Hortensi peón de ferrocarril, Càscares y el cruel Robin de la perrera forman en una extraordinaria galería de personajes que culmina con Joan Forns, "el chino de Badalona", con el que el narrador se identifica, porque como Li-Chang, se inventó otra vida. Esta búsqueda de la identidad se desarrolla en el plano psicológico, político, social y literario. El trànsit de les fades reflejaba el mundo femenino a partir de la fábrica textil, y hacía emerger, por contraste, la figura del padre ausente. El metall impur relata la entrada en el mundo de los hombres y, también, por contraste, la atracción de lo femenino, con la imagen de la mujer del Céspedes, que tiene un deseo en la pantorrilla como un pequeño sexo, o con el relato bellísimo del encuentro con Torva, la gitana, en la playa del Camp de la Bota. Detrás de la imposible relación de Gabriel con las mujeres asoma el conflicto con la madre, insinuado en el segundo volumen, que aquí adquiere una importancia definitiva. Al mismo tiempo, la novela ofrece un corte transversal de la sociedad catalana de 1960. Reconstruye el mundo perdido de los obreros catalanes (con unos usos lingüísticos que Jòdar recrea como nadie), evoca la vida de varias generaciones de inmigrantes (los murcianos de los años treinta y las diferentes promociones de posguerra) y narra con gran perspicacia las transformaciones que empieza a provocar la organización científica del trabajo y el sistema de primas. Jòdar subraya la especificidad de la fábrica, aislada y al margen de las grandes empresas del metal, como un residuo de la Catalunya de antes de la guerra destinada a desaparecer. Uno de los momentos culminantes de la trilogía es el encuentro entre el inspector de trabajo, un malagueño, y los mandamases de La Farga, que da pie a una serie de páginas memorables sobre los fabricantes conchabados con el franquismo. La novela puede dar la sensación de solemnidad y gravedad, pero está llena de ironías, de bromas y guiños cómplices. El metall impur es también la historia de una vocación literaria, con el personaje de Gabriel, y su cultura de biblioteca de Caja de Ahorros, que le lleva a ver en los trabajadores de La Farga personajes de tragedia y figuras mitológicas. El libro termina con la agonía de Gabriel Caballero. Entre la riada de 1962, que arrasa la fábrica, y este episodio final, transcurre un lapso de cuarenta años. Jòdar ha abordado esta época en Zapata als encants (1999) y L´home que va estimar Natàlia Vidal (2003), de las que este tercer volumen retoma algunos temas (los personajes embrutecidos por la falsa prosperidad, la incapacidad de amar de Gabriel/ Alejandro). Hay tema y talento para más. Jòdar lo sabe y se guarda espacio. Cuando empezó a publicarse L´atzar i les ombres nadie contaba con él. El primer volumen sorprendió y le valió un succès d´estime. Después de El metall impur es ya un clásico.
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