15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Nueva vida en la ciudad

Article publicat a “La Vanguardia” el 19/10/2005 per Julià Guillamon

A la ciutat en obres (2002) Mercè Ibarz dio un giro a su trayectoria. Hasta este momento, su literatura estaba vinculada al Saidí natal, a las formas de vida tradicionales de la Franja, amenazadas de muerte por las subvenciones europeas que obligaban a abandonar la tierra o a trabajarla con cultivos-placebo. La terra retirada (1993) era un reportaje extraordinario, en el que la evocación de un mundo perdido se combinaba con una interrogación sobre los propios orígenes. Al volcar la historia familiar en la ficción surgió un libro de perfil incierto, La palmera de blat la historia de la periodista que viaja a Sarajevo- asfixiaba lo más auténtico de La terra retirada:las evocaciones de personas y paisajes, las descripciones sin objeto. A la ciutat en obres cambiaba de escenario y de método. Ibarz construía una ficción de base autobiográfica y simbólica, que tomaba como punto de partida el dolor por la muerte de dos amigas, con una voz narrativa desprovista de toda afectación. Febre de carrer es respecto a A la ciutat en obres lo que La palmera de blat a La terra retirada: un libro en el que el aspecto emocional ha dejado paso a la construcción literaria, en el que la necesidad de expresar un conflicto íntimo queda en segundo plano frente a la afirmación de una trayectoria de escritora. Es un libro de menos impacto que el an-terior, en el que se nota más el oficio, en el que se adivinan, aquí y allá, algunos trucos. En los dos primeros cuentos, "Dinar a la Boqueria" y "Kilimanjaro", hay una tendencia, tal vez excesiva, a cuadrar la historia, a buscar la coincidencia alucinante, a mostrar la pervivencia del pasado en el presente mediante un objeto mágico (un grabado de Picasso, un broche con una paloma). Pero a diferencia de lo que sucedía con la trama secundaria de La palmera de blat,en los cuentos de Febre de carrer la voluntad de marcar distancias con la propia vida está resuelta con naturalidad. Los ocho cuentos del libro hablan de la capacidad de relación en un mundo cada vez más compartimentado. A propósito de una madre y un hijo que se citan para comer, de una mujer convalesciente y del sobrino de un exiliado que coinciden en el Parc Güell; de tres amigas que se pierden en la noche; de la historia deun jefe de turnos de la compañía de autobuses y de un joven cobrador. "D´aquest costat del claustre" es una narración freudiana, sobre la constitución de la personalidad, que da las claves de interpretación de las otras historias. Salvo en "Dinar a la boqueria", con la historia del Picasso, y Pere el Roig,con la trama sindical, apenas existe en los demás un pretexto argumental sólido. "Estar en el mundo", "Conversaciones, vagabundeos", describen el estar en el mundo de los personajes, que en su ir y venir introducen reflexiones interesantes sobre las razones del éxito de determinadas obras de arte (la fama ha sustituido la calidad, no existe reconocimiento sin una biografía trágica) o sobre la posibilidad de superar la fragmentación social, a partir de un juego de analogías entre el banco del Parc Güell y el juego multicolor de la indumentaria de los turistas. "El carrer trata" de la integración de los hijos de inmigrantes (quien sabe si como respuesta a Joan Sales y a la Mercè Rodoreda de El carrer de les Camèlies),mientras que en Pere el Roig supone una inmersión originalísima en los conflictos profesionales y laborales como materia primera narrativa, en la línea de "El contracte" de A la ciutat en obres. "Viatges d´un dia" y "Una modesta proposició" son cuentos más erráticos, basados en la idea de la excursión moral, que enfrenta a los protagonistas a una realidad cambiante, fluida. "Las fugas de Bach" o la visión del paisaje en la ventanilla abren la mente a nuevas formas de conciencia. Cada una de las historias de Febre de carrer describe la superación de un conflicto y una integración exitosa. Lo que no deja de representar en cierto modo una paradoja. Acostumbramos a identificar el cuento con un acto de violencia (una patada en la boca, como dice Monzó). En los cuentos de Febre de carrer esta violencia no se manifiesta nunca abiertamente, la historia proporciona a los personajes una reparación psicológica. Arrancan de un desequilibro personal (la falta de actividad sexual del protagonista de "Dinar a la Boqueria", el desencuentro con la amiga tras años de vida en común en "El carrer o la mala conciencia de Pere el Roig", que reventó la huelga de autobuses del 69). A través de la relación que establece con la figura del donante (algunos personajes como la inquilina del pasaje S o el fascinante K de "Viatges d´un dia" son casi gurús), el protagonista supera el déficit emocional y se constituye.A la vez, la ciudad supera sus fracturas y desgarraduras y se propone como un renovado espacio de relación. Febre de carrer es un excelente libro de cuentos y una confirmación plena

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