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Documentació

Juan Goytisolo: «La mirada del que se sitúa a las afueras es más interesante que la del que está en el centro»

Entrevista publicada al diari “ABC”

Intensa semana la que Juan Goytisolo ha protagonizado en Nueva York de la mano del Centro Juan Carlos I y el Instituto Cervantes. ABC Cultural ha aprovechado la ocasión para entrevistar a este autor siempre polémico, apasionado y riguroso.

Llueve en Nueva York, perplejo por el esclarecedor frío de abril que le hace a Juan Goytisolo buscar el precario abrigo de un paraguas roto. Sus ojos azules no han perdido curiosidad, y sigue mirando el mundo con extrañeza y compasión. Se sonríe a veces con su reserva, esa que disimula y que no le gusta mostrar ante extraños. El Centro Juan Carlos I de la Universidad de Nueva York y el Instituto Cervantes de la ciudad varada entre los ríos Hudson y Este le acaban de dedicar una intensísima semana, en la que la figura del historiador Américo Castro, que indagó como pocos en el pasado árabe, judío y cristiano de España, y sobre todo en las causas de la Guerra Civil, ha sido recordada con frecuencia. Desde que a mediados de los cincuenta se fuera de España, Juan Goytisolo no ha pasado nunca más de un mes seguido en la tierra que le vio nacer. «La mirada del que se sitúa a las afueras siempre es más interesante que la del que está en el centro», dice este escritor que a sus sesenta y nueve años acaba de publicar Carajicomedia, en la que demuestra que su ironía sigue tan intacta como la pasión por la escritura.

-¿Hasta qué punto es Américo Castro un alter ego de Juan Goytisolo?

Es obvio. Ha sido, si la palabra maestro tiene algún significado, mi maestro. Empecé a leerlo a principios de los sesenta y cada vez me interesó más. Yo creo que, contrariamente a lo que dice esta crítica canónica de que lo único que le interesaba era rescatar elementos árabes y judíos de la historia de España, lo que creo es que la reflexión de Castro parte de la Guerra Civil española y por qué se produjo, y esto le obligó a reflexionar sobre la historia de España. Una de las cosas que quedan muy claras es que por no haber sabido asimilar lo que ocurrió en nuestra historia estamos condenados a repetirnos hasta que no comprendamos lo que hemos sido. Éste es el motivo principal de mi interés. Gran parte de mis ensayos literarios o político-literarios parten de esta búsqueda, de este conocimiento.

-¿En qué medida la visión historiográfica que Castro tenía de España sigue siendo algo extraña a la imagen que los españoles se han fabricado de sí mismos?

Sigue siendo extraña en las universidades españolas, pero no en Estados Unidos. Prácticamente en todas las universidades es algo que ya ha sido asimilado. La gente está trabajando en un terreno nuevo y dando por supuesto que la visión de Castro forma parte del conocimiento global. En España sigue habiendo una gran resistencia. Esto se ve en tres campos que son como tabúes en la cultura española actual: la resistencia a considerar los tres primeros siglos de la literatura castellana como una literatura mudéjar, de alguna manera. Es absurdo pensar que había un arte mudéjar, pero que no existía una literatura mudéjar y una sociedad mudéjar. El Libro de buen amor es una mezcla de culturas muy distintas. Otro elemento es el no querer aceptar el drama que vivieron los cristianos nuevos, que fue el origen de una serie de formas literarias que de otra manera no hubieran existido. Fue el primer enfrentamiento de un grupo intelectual con un Estado totalitario. Antes del nazismo y del comunismo en el siglo XX se produjo esta confrontación y con estrategias muy distintas: la huida, la evasión, la mística, el enfrentamiento a veces directo, que era casi suicida, y la ironía cervantina. La picaresca es un caso clarísimo de una obra escrita contra un momento en que todo el mundo estaba orgulloso de su linaje. Es el antilinaje. Hay que entender esto. Y la tercera cuestión es la exclusión del tema erótico. Un buen ejemplo es que hace treinta años una obra como La lozana andaluza no se estudiaba en ningún lado. Yo fui el primero en romper el tabú precisamente en la New York University, dando un curso sobre La lozana. El cancionero de burlas, lo mismo. Y citaré otro ejemplo: todo el mundo conoce las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, pero ¿cuánta gente conoce las Coplas a su madrastra? Nadie. Y sin embargo son unas coplas divertidísimas, a veces obscenas, llenas de humor, con una inventiva verbal enorme. En una ocasión le pregunté a Octavio Paz, un hombre lleno de curiosidad cultural, si conocía las Coplas a su madrastra y las ignoraba. Esto indica hasta qué punto se excluye del canon lo que no conviene a la mojigatería, a la norma fijada por el nacionalcatolicismo.

-¿Y Américo Castro es una especie de espejo incómodo en el que no gusta reconocerse por la imagen que pueda proyectar de nosotros mismos?

Sí, es una imagen incómoda, pero tenemos que convivir con ella. Cuando la gente dice que todo esto está superado es evidente que no. Habría que leer lo que se escribió en la Guerra Civil española en los dos lados. En la Antología del fascismo español, de Julio Rodríguez Puértolas, la cantidad de textos antisemitas y antijudíos que aparecieron en aquellos días era impresionante, de una obscenidad apabullante. Por otro lado, si se leen todos los poemas escritos durante la guerra contra los moros, vemos un racismo enorme en la parte republicana. Claro, en la parte nacionalista no escribían contra los moros porque se estaban sirviendo de ellos, eran sus mercenarios. En la parte republicana, con la excepción de Juan Gil-Albert, que escribió un poema muy bello, que decía: «Un muchacho moro (o marroquí), que engañado cayó en el frente de Madrid», se hablaba de morisma salvaje, borracha de sensualidad, que viene a violar a nuestras mujeres y a nuestras hijas, palabras textuales de Dolores Ibárruri. Estas imágenes mentales se han mantenido, como ahora en El Ejido. En un artículo recogí este informe extraordinario sobre los españoles y la inmigración, una encuesta publicada hace apenas dos meses por el Ministerio de Asuntos Sociales, que revela la vigencia tenaz de ciertos prejuicios: la puntuación más baja corresponde a los gitanos, clasificados aún entre los inmigrantes después de cinco siglos y medio de presencia ininterrumpida en la Península. Inmediatamente después, cómo no, los árabes y musulmanes (léase moros), y en tercer lugar, en este singular palmarés de la infamia, agárrese el lector al asiento, nada menos que los judíos. Y yo me pregunto, ¿hay inmigrantes judíos en España? ¿Quién ha visto a un inmigrante judío? Esto demuestra que mientras sigamos con la exclusión del que piense de una manera distinta de nosotros, es lo mismo. Cuando era joven me decían: no se puede ser español sin ser católico. Ahora te dicen que no se puede ser vasco sin ser nacionalista.

-Dos nombres constantes en su reflexión y en su juego de espejos han sido el citado Américo Castro y Blanco White. ¿Después de tanta escritura y tanto tiempo, quién es Juan Goytisolo?

Nadie puede autodefinirse. Es la mirada de los demás la que le configura a uno. No sé realmente quién soy. La verdad es que cuando traduje a Blanco White, a medida que iba descubriendo los textos y los traducía tuve la impresión de que aquello lo había escrito yo, porque la España que él criticaba era la España que me había de alguna manera obligado a abandonar su territorio en la época de Franco. La actualidad de Blanco White es asombrosa y la forma cicatera en que se le trata aún en España es un indicativo de que las cosas no han cambiado demasiado.

-¿En qué medida ha adoptado la figura del transterrado, de quien mira su país desde fuera, en una forma de estar en el mundo? ¿Hay, como se le ha acusado alguna vez, una mirada confortable del que se instala en un balcón exterior?

Lo que más me ha interesado siempre ha sido la posibilidad de ver a mi propio país con intimidad y a distancia. Es la mirada de alguien que conoce muy bien este país, pero se sitúa fuera. Creo que ver tu propia cultura a la luz de otras culturas, tu lengua a la luz de otras lenguas, te da una oportunidad de afinar la percepción. La mirada del que se sitúa a las afueras siempre es mucho más interesante que la de quien se sitúa en el centro. Esto siempre ha sido así. Eran precisamente los cristianos nuevos y los conversos los que veían realmente cómo era la sociedad española. Los cristianos viejos generalmente, por el hecho de existir, ya estaban satisfechos, dentro de la corrección y de lo que debía ser, de la norma.

-Cada vez que se ha internado en los campos minados de la realidad internacional -léase Bosnia o Chechenia- no ha faltado intelectual o escritor que le ha acusado de salirse del tiesto. Además de las razones políticas para ver de cerca y escribir de cerca, ¿qué motivos íntimos le han impulsado a jugarse el pellejo acercándose a mirar donde el dolor es más agudo?

En el caso de Bosnia, cuando empezó a estallar el conflicto, me documenté bastante, y encontré que el nacionalismo serbio tenía un parecido enorme con el nacionalcatolicismo español que llevó hasta la cruzada de Franco. El lenguaje de Milosevic y de la propaganda oficial parecían un remedo del lenguaje de la Falange. Había textos sobrecogedores que se pueden comparar, y dentro de la mitología nacional serbia encuentras equivalencias: la batalla del Campo de los Mirlos es la de Guadalete; el príncipe Lazar, el rey don Rodrigo; el traidor don Julián es el yerno del príncipe Lazar; la Serbia celeste es la España sagrada; el romancero son los pesme, etcétera. Y lo que se ventilaba allí era una lucha entre un concepto que viene de la Revolución francesa, el concepto de la ciudadanía, la condición de ciudadano independientemente del origen étnico y religioso frente a la barbarie de la raza y la sangre, que era el lenguaje de los ultranacionalistas serbios y de los ultranacionalistas croatas. Era obvio que había que defender esta idea en Bosnia puesto que sirve de base a todas las democracias europeas. Lo terrible de mi experiencia fue ver que en lugar de apoyar a los que estaban defendiendo los principios en los que se funda la democracia europea, los de la Unprofor (las fuerzas de la ONU) estaban apoyando descaradamente a los extremistas serbios. En Chechenia partía de un conocimiento previo también amplio, ya que siempre me ha interesado mucho la literatura rusa del siglo XIX, y autores tan distintos como Pushkin, Lermontov y sobre todo Tolstoi, que en la guerra de Chechenia tuvo un papel muy destacado. Por otro lado, había leído las obras de Vincent Monteil y Benningsen y de otros autores acerca de la lucha de los musulmanes de la Unión Soviética, las tarikas o cofradías sufíes que habían opuesto una gran resistencia, y fui allí con estas dos lecturas.

-Pero las lecturas no llevan a alguien a tomar una decisión tan radical como para meterse en la boca del lobo, en estos dos casos.

Como toda persona tengo un montón de defectos, y tal vez uno de ellos sea una cierta inconsciencia. Nunca he tenido miedo físico en estas situaciones.

-¿Pero además del compromiso político, humano, hay alguna otra pulsión, curiosidad, aunque es una palabra que puede resultar obscena en este contexto?

Tengo aversión a los sistemas despóticos y al lenguaje ultranacionalista. Es algo que no soporto. Vivo muy apartado de la lucha política, no me interesa nada, pero lo que sí me moviliza es la xenofobia y el racismo, porque me parece lo peor. La opresión política puede desaparecer, pero los sentimientos racistas son muy difíciles de eliminar. Siempre he dicho que me parece mucho peor el ataque a una persona inocente por el color de su piel o el rizado de su cabello que meter preso a alguien que está luchando por unas ideas políticas y sabe que corre un riesgo y está armado para soportar eso, mientras que el que es agredido en la calle por razones raciales o étnicas me parece que sufre una brutalidad mucho mayor.

-Hannah Arendt habló de tiempos de oscuridad refiriéndose a un momento especialmente dramático de este siglo que nos deja. ¿Cómo definiría los tiempos que ahora vivimos?

Cuando la marea de este siglo se retire creo que va a dejar, o está dejando, un horizonte desolador, un paisaje destrozado, civilizaciones deshechas, un empobrecimiento del ser humano. Ésta es la impresión que tengo. En el solsticio de junio del año 2000, como sucede en las playas bretonas, en lugar de algas y almejas encontraremos el plástico y la inmundicia que estamos sembrando.

-En Carajicomedia parece haberse divertido de lo lindo poniendo espejos en los lugares más inverosímiles, haciendo que textos que parecía que lo habían dicho todo vuelvan a decir como nadie se había atrevido a leer. ¿Sigue la Iglesia siendo una domesticadora de conciencias en España o su magisterio ha pasado a mejor vida?

Nunca he pretendido ser maestro de nadie. Es un ejercicio en primer lugar de autoparodia, y a partir de la autoparodia una parodia de todo. Lo que ocurre en España es que a la gente le gusta reírse de los demás, pero no de sí mismo. Creo que tengo el derecho de hacerlo porque el primer parodiado dentro de Carajicomedia soy yo. He seguido siempre esta norma de tomar mi trabajo muy en serio, pero no tomarme a mí mismo demasiado en serio. Si se mira superficialmente parece que la influencia de la Iglesia no es tan grande. Hay muchas cosas que han cambiado. Pero creo que sí sigue determinando de una manera u otra una serie de conductas, y a veces por lo que no dice. Me ha escandalizado por ejemplo el silencio con respecto a lo que está ocurriendo con los inmigrantes en España. No ha dicho palabra. En esto ha reflejado a toda la clase política, porque durante las elecciones ni siquiera en Almería, ni los candidatos del PP ni del PSOE, han hablado para nada de lo ocurrido en El Ejido. Estoy esperando alguna autoridad eclesiástica que llame la atención sobre esto.

-¿Son sus textos todos sus hijos?

Asumo todo lo que he hecho a partir de Reivindicación del conde don Julián. Hasta Señas de identidad era un miembro más de mi generación. Sería absurdo situarme dentro de una generación porque he seguido una trayectoria propia. Cada escritor es una anomalía.

-La pregunta tiene también otra vertiente. ¿Son de alguna forma sus textos los hijos que ha querido traer al mundo?

Esto es siempre una forma de crear algo, un material que no existe. Por otra parte, actualmente tengo a tres niños en casa en Marrakech, tres niños pequeños, me ocupo de ellos, y me siento con la libertad de no haberlos lanzado al mundo. No tengo esta responsabilidad metafísica terrible de lanzar al mundo tres seres y al mismo tiempo me siento responsable de ellos. Pero con los textos no tengo una relación como de padre e hijo. Funciona hasta que el libro sale, luego ya me olvido. A veces me hablan de un libro que he escrito hace quince años y ya no me acuerdo. Se ha ido de casa y ha desaparecido de mi vida.

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