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Documentació

El cielo y el infierno

Article publicat al diari “ABC” el 08/03/03 per Javier Escudero

Querido Juan: Tengo que confesarte que de unos años a esta parte había dejado de leer tus novelas, aunque no tus reportajes y libros de ensayo. La última que pasó por mis manos fue La saga de los Marx. Después no me atreví con El círculo de lectores ni tampoco con la Carajicomedia. ¿Por qué, te preguntarás? De tanto estudiar tus libros, especialmente los que escribiste entre los sesenta y los noventa, llegué a un punto de saturación. Además, en los últimos años habías emprendido en tu ficción un camino extremadamente enigmático, repleto de claves, referencias autobiográficas y fabulaciones literarias. Ahora me piden que escriba sobre tu nuevo libro, Telón de boca. Si te digo la verdad, lo he leído disfrutando, dejándome llevar por sus palabras, reconociendo poco a poco tus obsesiones, identificando a los personajes a los que aludes veladamente. Creo que hubiera sido mejor que llamaras a tu madre, a tus hermanos, a tu mujer y a tus niños por su nombre. Así, los habrías sacado del anonimato y habrías continuado, de forma aún más explícita, la saga de tus antepasados. Has escrito un libro terriblemente autobiográfico y divertido. A pesar del tono de desolación que envuelve tu reflexión hay en estas páginas una socarronería que ayuda a equilibrar la balanza. Sigues dándole vueltas a los temas que tanto te han obsesionado en los últimos años: morir, trascender, encontrar el sentido de la vida. Ese «creador y creado» que ahora has inventado, y que te ilumina sobre las construcciones mentales de los seres humanos, nada tiene ya que ver con la divinidad magnificente de Ibn Arabí que reinaba en La cuarentena. Si en este mundo, que se caracteriza por la miseria, el dolor y la brutalidad, existiera un dios, tendría que tratarse, como bien afirmas, de un ente diabólico, una encarnación del mal, un nuevo Mefisto. Ese tú en el que te desdoblas, y con el que dialogas o desde el que te haces preguntas, representa tu mejor aliado, tu único referente. Sin embargo, has dejado de lado las alusiones y construcciones herméticas y has retomado una escritura más esencial y simple donde las preguntas encuentran sus respuestas de forma pausada. Por ello, me ha gustado reencontrarme con tus palabras, acompañarte en tu tránsito por el cielo, el infierno y el desierto, en esas breves escenas que imaginas, sueñas o evocas. Tu libro representa un nuevo viaje, repleto de lucidez, en el que te adentras por caminos más transitables. Como es habitual en tu obra, te inspiras en otros escritores en tu búsqueda de modelos literarios, vitales o trascendentales. Eres un lector a quien le gusta reflexionar sobre la vida, los deseos y las aspiraciones de los otros. Ahora es Tolstói, con quien te encuentras en esa Chechenia despreciada y vilipendiada, al que imaginas escribiendo y luchando, como tú, para dar un sentido social y moral a la vida, al último viaje. Sin miedo Español errante, hijo pródigo: hace años pensabas justamente lo contrario de lo que ahora cuentas. Había un Dios y una ilusión trascendental, una mística y una esperanza. Hoy todo eso ha desaparecido. Sin embargo, lo reconoces sin miedo, aceptando tu evolución, considerando la insignificancia de tus actos y creencias, la búsqueda quimérica de alguna certeza. En tu preparación para el tránsito has decidido desprenderte de todo lo accesorio, aislarte. Sin embargo, los recuerdos y las imágenes del pasado reaparecen y te acompañan una vez más pues no sabes ni puedes vivir sin ellos. Te presentas ahora en tu desnudez vital y mental. Todo se desvanece y deja de tener sentido con el paso del tiempo. El lugar que nos reserva el mundo es efímero. La humanidad repite una y otra vez sus gestos de brutalidad, su deseo de encontrar respuestas. En el fondo de tus palabras resuenan las reflexiones de Calderón (La vida es sueño) y Unamuno (Somos entes de ficción). A pesar de ello, confías esperanzado en el presente y en ese futuro incierto que te aguarda al caer la noche, más allá del horizonte del Atlas marroquí que avistas desde tu terraza. A pesar de los pesares, la belleza del mundo todavía se revela ante tus ojos en cada crepúsculo. Me ha gustado mucho el libro. Te felicito. Un fuerte abrazo.

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