15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Ledesma mezcla género negro y una revisión del franquismo en su última novela

Article publicat a “La Vanguardia” el 25/06/2004 per Juan Carlos Merino González

“Barcelona es mi madre, pero también mi hija, porque la veo cambiar cada día”, dice Francisco González Ledesma. En su opinión, las ciudades las hacen los urbanistas y los arquitectos, pero son los novelistas los que las dotan de alma. “No concibo Madrid sin Galdós, París sin Victor Hugo o Barcelona sin mis amigos Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán o Terenci Moix. Yo describo el alma de la ciudad”, añade. El último título de González Ledesma, Tiempo de venganza , es desde luego, confiesa, “una novela barcelonesa”. También se inscribe en el género negro. “La novela negra, más que el periodismo, te permite seguir a los ministros e incluso meterte en la cama de las amantes de los ministros. Esta es una novela negra en el sentido de que es urbana, tiene una intriga policiaca y es muy crítica con el poder establecido”, corrobora el autor, que añade que también tiene mucho de memoria y de reflexión sobre el poder, y que en sus páginas, más que un ajuste de cuentas, hay una revisión desmitificadora del franquismo. Todo empieza en una Barcelona “no tan remota”, en los patios de la vieja universidad, que eran, junto a los cafés, “los únicos reductos de libertad donde los jóvenes podíamos discutir y hablar del futuro”. Allí coinciden Miguel y Sergi, dos estudiantes idealistas que piensan que el país algún día cambiará. Allí también conocen a Guillermo, un joven falangista. Y allí también aparece Blanca, de la que los tres se enamorarán. Pero finalmente Guillermo violará a Blanca, la dejará embarazada y provocará su suicidio. Muchos años después, Miguel y Sergi, ya prestigiosos abogados, deciden que ha llegado el momento de vengar a la mujer que amaban, para lo que contratan a un sicario a través de un intermediario financiero... Aunque luego se irá descubriendo que nada es lo que parece. Aborda también Tiempo de venganza la educación nacional-católica que recibieron los jóvenes bajo el franquismo. “La mujer siempre era el enemigo del hombre, la que le conducía al pecado ­rememora González Ledesma­, y metían esa mentira en el alma de los jóvenes, que acababan creyendo que sólo se podían fiar del sacerdote y de sus compañeros, lo que originó muchas desviaciones sexuales.” “En España ­continúa­ no hubo una ley de punto final como en Chile o Argentina. Y fue mejor que no hubiera un ajuste de cuentas. La transición fue una obra de orfebrería muy bien hecha, pero a los que tenían una cuenta que saldar les dejó una herida íntima que nunca se cerró. Eso es lo que les ocurre a los dos protagonistas de la novela”. Pero las cosas, ya queda dicho, nunca son como parecen. En su búsqueda de la verdad, Miguel y Sergi irán viendo cómo muchas de sus convicciones se rompen en pedazos... González Ledesma dice, en todo caso, que en Tiempo de venganza hay mucha nostalgia, “una constante en mis libros”, y mucho, también, de sí mismo. “Toda novela es una confesión y un psicoanálisis”, asegura. En cuanto a la crítica al poder establecido, el autor dice que a lo largo de su vida ha podido palpar de cerca la corrupción de políticos, policías y jueces... Se supone, claro, que eran otras épocas. Junto a su pasado como abogado y su pasión por el periodismo (véase recuadro), como novelista, González Ledesma recibió con apenas veinte años un premio de manos del mismísimo Somerset Maugham por Sombras viejas ­prohibida por el franquismo­, también firmó muchas novelas del oeste con el seudónimo de Silver Kane y creó al policía Méndez en una serie negra de éxito ­El pecado o algo parecido, publicado hace dos años y que obtuvo el premio Dashiell Hammett, es su última entrega­, además de ganar el premio Planeta en 1984 con Crónica sentimental en rojo. Hoy González Ledesma tiene aún más lectores en Francia que en su país ­de hecho, tiene un contrato en exclusiva con la editorial Gallimard­, y Tiempo de venganza le ha costado cinco años de escritura y reescritura, dos más de lo habitual en él. “La tuve que escribir dos veces ­bromea­, no me ha salido rentable”.

Tornar