15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Entrevista publicada a la revista “Qué leer”

Empieza Serpientes en el paraíso con Petra regresando de sus vacaciones estivales y justo se lanza la novela en septiembre. ¿Casualidad?

Pues sí, te lo juro. Como publiqué La deuda de Eva (Lumen) en mayo, nos pareció que lo mejor era separarlas un poco y septiembre aparecía como el mes adecuado. Es cierto que la novela empieza con una depre posvacacional de la inspectora, pero es pura coincidencia.

Petra investiga el asesinato de un abogado brillante en una urbanización de las afueras de Barcelona. ¿La historia nace de alguna noticia real como ha ocurrido con otras entregas anteriores tuyas?

No. Tengo una amiga treintañera que vive en una de esas urbanizaciones y siempre me llamaba la atención la vida que suelen llevar en ellas. Un día pensé que sería un entorno ideal para introducir un asesinato y ver qué pasaba.

Tus lectores se van a asustar cuando vean a Petra enterneciéndose con una niña, planteándose el paso del tiempo, la vida familiar...

Petra es una mujer dura pero tiene su corazoncito. Hay veces en la vida en que uno mira hacia atrás y ve todo aquello a lo que ha renunciado. Pero luego se da cuenta de que no se puede aspirar a tenerlo todo y que esa renuncia es inevitable. Pero no hay nada que temer con respecto a la situación personal de Petra. Nada que temer. Si se volviera más humana y tuviera hijos sería fatal para el personaje.

Incluso Garzón tiene algún devaneo amoroso. Le vas a provocar un síncope a tus lectores.

Que estén tranquilos. Es solo un cuadro idílico en su mundo familiar, que está muy desierto. Pero si te fijas, no lo perturba demasiado. A ella le afecta más.

Hasta tal punto que asume el papel de Celestina.

Lo hace muy a su pesar, solo porque no puede evitarlo. Los personajes deben ser contradictorios, si no, dejan de ser humanos y se convierten en caricaturas. Petra no es una excepción.

¿Y nunca se van a tutear Petra y Garzón?

¡Jamás!¡Nunca!

¿Ni van a darse un revolcón?

Imposible. Otra de las bases de esta serie es la posibilidad de amistad entre un hombre y una mujer de diferente edad y nivel cultural. Me jode que se niegue esa posibilidad. Cuando era profesora tuve a un hijo mío como alumno. Me di cuenta de que, si formalmente lo trataba como a un alumno, al final dejaría de pensar que era mi hijo. Y así sucedió. Le hablaba como a los demás, me ponía de los nervios cuando hacía alguna tontería e incluso lo echaba de clase. Y no pensaba que en casa le daría la bronca, porque en casa era otra historia.

Está bien: Petra y Garzón no se van a liar nunca; pero al menos en esta ocasión comparten una portentosa pelea en un bar.

Tengo miedo de que alguien diga que esa escena es muy poco feminista, pero es una de las frustraciones que servidora ha tenido. ¿Por qué una mujer no puede pelearse a puñetazos y tiene que tragarse su amargura hasta reconvertirla en una depresión? A mí me hubiera encantado verme envuelta en alguna de esas peleas; pero, como no ha sido posible, he utilizado a Petra.

Tampoco tiran mucho de pistola.

Son de pocos tiros, pero habrán más en el futuro. Me he asesorado con un amigo mío, experto en armas, y me ha ayudado a escoger las pistolas de los dos polis desde un punto de vista estético y psicológico (información para interesados: Petra utilizará a partir de ahora una Glock 19 y Garzón, una Star 30 PK).

¿Tienes las mismas fuentes desde que empezaste la serie?

Hay de todo. La forense es la misma: una chica vasca joven y encantadora, Izíar Idiáquez, que nadie se imagina rajando muertos por ahí. El de las armas es Agustín Febrer Bosch. En cuanto a la policía, es más variable. Conozco a un montón de inspectoras jóvenes que gracias a Petra tenían interés en conocerme y puedo dirigirme a ellas para consultar cualquier cosa, aunque hay temas sobre los que nunca hablan. Por ejemplo, no me han explicado cómo se sigue hoy en día a un sospechoso. Eso de seguirlo por la calle con coche ya ha pasado a la historia.

Pues uno de tus personajes reivindica la pasión amorosa por encima de todo.

La pasión amorosa es de los pocos sentimientos que merecen la pena. Deja muchos réditos que duran años. Mucho más que la puñetera estabilidad emocional. En mi vida personal lo he dejado todo por una gran pasión y no me he arrepentido jamás. Pero puede haber damnificados, como los hijos.

Abandonar la familia establecida por una pasión es una antidecisión. La pasión destruye ciertas cosas, que son las que socialmente están valoradas. Arrastra con todo, aunque lo que se lleva por delante a menudo no es más que una organización social establecida y caduca. Pero construye otras, como la riqueza interior.

¿Esta sensiblería de la que hablabas la ves en la literatura actual?

Sí. Aparecen niños encantadores cuando en la realidad cada vez son más insoportables; mujeres que se sacrifican unas con las otras de forma dulcificada; relaciones de pareja maravillosas... La vida es más agridulce.

¿Ves cómo Alicia es cada vez más Petra, o al revés?

Pues a lo mejor tienes razón.

¿Y qué dicen tus hijos de tus tesis?

Están de acuerdo. Mis hijos también detestan la familia como yo.

¿Cómo?

Detestamos la familia tal como nos la han vendido. He huido siempre de ella. Me casé muy joven la primera vez para huir de mi familia. Huí de mi primer marido por esa pasión de la que hablábamos y lo dejé todo por mi actual pareja. Así que tengo una familia atípica en la que todo el mundo va por su cuenta. Sin embargo, cuando nos reunimos, hay una comunión de ideas y sentimientos maravillosa. Es como plantear que el gran objetivo de la mujer es la maternidad.

Tener hijos tampoco es la ruina del ser humano.

Claro que no, pero no es el fin de todo. Tampoco se puede decir que lo único importante es el amor. Hay que tener una filosofía básica que te permita ir por el mundo.

Habló una gran racionalista.

El mundo de las ideas es fundamental.

Pues con esos planteamientos debes haber asustado a más de una de tus parejas.

Es que las familias suelen ser una tapadera de cosas terribles, como se ve en este libro. Siempre hay unas tensiones que no suelen salir a la luz. Por ejemplo, muy pocas personas se atreverían a decir que detestan a su madre. Eso no se verbaliza. Y al final esa estructura familiar se puede convertir en una cárcel.

En la familia también encuentra uno el asidero en el cual aferrarse.

Es posible, pero al final siempre estás solo.

¿Tienes muchos libros en la cabeza, tanto de la serie como fuera de ella?

No soy tan afortunada como muchos de mis colegas y no tengo tantas ideas. Ya me gustaría. y cada vez me cuesta más disciplinarme y escribir cuatro horas por la mañana y dos por la tarde.

Esta serie ha generado y generará anécdotas divertidas. Recuerdo que la tercera entrega la presentó el jefe de la policía de Barcelona y me han contado que incluso has ayudado a la traducción al francés de algún título.

Pues sí. Mis traductores llegan a una prueba de fuego con Mensajeros de la oscuridad por culpa de los versos de las pollas. En la novela salen unas falsas coplas populares que me inventé, como: “Hombre que nace en Algorta tiene la polla muy corta”. Traducirlo tiene su miga. ¿Cómo conseguimos la rima si cambiamos las poblaciones? Entonces la traductora en francés, que es magnífica, me pidió ayuda. Y en eso estoy. Por cierto que en Italia han censurado una que acababa diciendo “...la polla del papa aunque no sirva de nada”. Allí lo han cerrado con unos puntos suspensivos: “...la polla del Papa...”

Un Papa que tiene un papel en esta última entrega. Con la iglesia hemos topado.

Es que la liturgia de la Iglesia me fascina. Y eso que mi vinculación con la iglesia es nula, ya que mi padre era republicano y ateo. Estudié en un colegio de monjas, pero me echaron. Aunque debo ser justa y reconocer que algunas me alentaron en mi carrera literaria e incluso me hicieron directora del periódico del colegio de las Teresianas, que se llamaba El mural.

En el extranjero casi tienes más éxito que aquí.

Sí. En Alemania tengo mucho éxito. Y por ejemplo en Italia se va a rodar una serie de televisión. Pero no como en España. Lo van a rodar en plan grandes relatos. De momento han contratado Día de perros y ya se verá. En el contrato existe una cláusula según la cual puedo supervisar el guión; eso dio lugar a una anécdota muy divertida, ya que cuando hablé con la productora, una señora estupenda, le pregunté si el guionista con el que debía hablar era guapo. Me dijo: “por supuesto”. Entonces le pregunté si los encuentros podrían ser en Capri. Y ella, muy cachonda, me respondió de nuevo: “por supuesto”. No te lo vas a creer, pero ha llegado el contrato donde dice que los encuentros serán en Capri. Supongo que será una broma. Hombre, si está en el contrato...

Esa mujer tiene un sentido del humor bestial.

¿Disfrutas colaborando en prensa escrita?

Mucho, pero es muy difícil. Recuerdo que hace tiempo en el diario El Mundo nos encargaron a Miquel de Palol y a mí una serie de entrevistas y lo hicimos tan mal que nos echaron al poco tiempo. Y tenían razón.

Del cine no te han echado aún.

De momento he escrito dos guiones, uno para Pedro Olea que se acaba de filmar y otro para Bigas Luna que está pendiente de rodaje por algunos problemas de producción. Lo que pasa es que en un guión mete mano todo el mundo y eso es un poco agobiante.

Seguirás sacándole partido al humor en la serie.

Es básico. De no utilizarlo se notaría aún más mi falta de conocimientos policiales. No he sido funcionaria policial ni soy hija de guardia civil. Patricia Cornwell había trabajado en un instituto forense y esos conocimientos le sirvieron para crear a Scarpetta. Yo no he tenido esa suerte.

¿Qué le debe Alicia a Petra?

Todo. En otros registros literarios no he tenido el más mínimo éxito. Con Una habitación ajena gané el Premio Femenino de Lumen y no fue posible traducirlo a ninguna lengua. Sin embargo, la serie de Petra ya se ha traducido a siete idiomas. Visto así, parece que debería seguir solo por ahí, pero yo continúo intentándolo.

Tener éxito con una serie de género significa a menudo que el resto de la obra quede solapada.

Es verdad. Hace casi veinte años que publico, y respecto a la crítica no me puedo quejar. Pero en lo comercial es otra cosa. Y no sé si lo voy a arreglar el próximo año cuando publique una novela que estoy terminando, que es muy experimental y muy dura.

¿De qué va?

Es un ajuste de cuentas con las propias mujeres. Por pensar que el hombre como concepto está en crisis y que las mujeres por el hecho de serlo somos maravillosas. Sueles mojarte con tus opiniones. Lo has hecho en tus declaraciones, artículos... y a ciertos sectores feministas debes haberlos molestado en más de una ocasión. Es que hay actitudes y comentarios que me parecen muy simplistas. Podemos pensar que la tradición cultural es eminentemente masculina, pero es la que hay y no se puede renunciar a ella de golpe. Como tampoco podemos pensar que porque ahora las mujeres ya podemos ganarnos la pasta y llegar más tarde de las diez a casa ya está todo resuelto.

Con Petra ya vas lanzando mensajes al respecto.

Intento que así sea, sin olvidar que es también un divertimento.

¿No tienes la sensación de que a medida que avanza la serie Petra se parece cada vez más a ti?

No soy consciente de eso.

Lo que ella comenta sobre la familia, los hijos... te lo he escuchado alguna vez. Pero ella es mucho más valiente que yo. Hace tiempo que renuncié a algunas batallas que ella sigue librando. Yo puedo ver un accidente en la calle, y me detendré a echar una mano; pero, en cuanto llegue alguien que asuma la situación, me retiraré.

Pues en la prensa lanzas algunos dardos de vez en cuando.

No creas que sirve para mucho. Hoy en día la provocación intelectual de las ideas no le interesa a casi nadie. El mundo se ha vuelto muy sensiblero. A mí Almodóvar ha dejado de interesarme porque todo es puro sentimiento y yo necesito alguna idea de vez en cuando. Quiero alimentarme de reflexiones y razonamientos, y me muero de hambre.

La soledad es un rasgo característico de Petra y Garzón.

Es que a mí me encanta la soledad.

Y a la vez eres una mujer muy sociable.

Me gusta el contacto humano pero me cansa. Cuando llevo todo un día hablando con gente acabo agotada. Soy capaz de estar mucho tiempo sin hablar y sin ver a nadie. Me refugio en mi casa de Vinaroz en medio de la nada y puedo estar semanas y semanas sola. Quizás porque he sido una niña muy solitaria, con unos padres mayores y una hermana que me llevaba trece años.

¿Necesitas la soledad para poder escribir?

La necesito por mí misma. Yo tengo que disciplinarme mucho para escribir. No tendría ningún problema en llevar una vida contemplativa.

Tengo entendido que tus apoyos emocionales pasan también por los animales.

Muchísimo. Aunque pueda parecer una tontería, los animales me ponen en contacto con algo de orden místico.

Ahora entiendo esa declaración tuya de “Dios está en los ojos de los perros”.

Lo pienso de verdad. Que los errores y los pecados no se transmitan de generación en generación sino que acaben en cada perro me parece fascinante. Partir de cero es higiénico. Los animales son indefensos, y eso me causa piedad, y creo que la piedad es lo que nos hace humanos.

¿Echas de menos los catorce años que pasaste de profesora de literatura?

No, pero fue una experiencia positiva. Tener que entretener durante una hora a los chavales hablando de Santa Teresa de Jesús era todo un desafío. Llegué a decirles que tomaba láudano y que estaba todo el día flipada y por eso creía que levitaba..

¿Lo dejaste cuando empezaste a tener éxito con la serie?

No, lo dejé antes. Siempre hay que dejar las cosas un poco antes de que todo esté perfecto. Me la jugué. Y eso que ganaba poco dinero con la literatura. No sé por qué envidias la valentía de Petra.

Soy tan cobarde como cualquiera. La diferencia entre un valiente y un cobarde es que ante un idéntico miedo das un paso adelante o atrás. No hay más.

Patricia Cornwell es la que te animó a probar fortuna en este género. Algunos puristas pensarán que podrías haber elegido otro modelo.

Los inicios de Cornwell fueron magníficos. Quizás ahora se le ha ido la bola, pero La jota de corazones es una gran novela. Con ella me di cuenta de que la novela policíaca moderna no era solo trama y que también podía lanzar testimonios humanos.

¿Y no viste también en este género la posibilidad de conseguir una mayor difusión comercial?

La verdad es que no. Incluso recuerdo que mi agente Carmen Balcells me dijo: “¡Qué mal momento has escogido para hacer novela negra!” En los 90 se estaban cerrando colecciones pero no me importó.

Y la crítica te ha tratado bien.

No me puedo quejar. Creía que me iban a dar un palo terrible porque yo reconocía que era una advenediza y que había leído poca novela policíaca, pero estoy contenta.

Te podía haber dado por la novela histórica.

¡Jamás! Hay que ser muy fiel a demasiadas cosas y no soy una mujer fiel, ¡ja, ja...!

Pues he leído en alguna entrevista que básicamente te gusta mirar a los hombres desde un punto de vista antropológico.

¿Eso he dicho? ¡Ja, ja...! Siempre me han gustado mucho los hombres, por su inteligencia, pero también por su físico. Sería capaz de volverme en la calle para mirar a un hombre guapo. Los he mirado de muchas maneras, antropológicamente también, ya que me divierte mucho el comportamiento masculino. Creo que me divierte más que el de las mujeres. Guardáis un lado infantil que nosotras no hemos conservado porque nos han educado para ser mujercitas demasiado pronto. A vosotros os han educado para ir a la Antártida, ganar batallas, aunque luego no hagáis nada de nada. Esa figura del explorador frustrado me resulta muy tierna.

Después de toda esta entrevista, me cuesta creer que seas tan pesimista como declaras a menudo.

Pues lo soy en lo básico y en lo fundamental. El día a día lo llevo bien. Pero me creo eso de que la vida es absurda, que esto es una merienda de negros... El único momento en que comulgo con el alma de un taxista es cuando dice: “esto es una mierda”. Ahí siempre les doy la razón.

Pues una mujer tan pasional como tú tiene que haber vivido momentos de gran felicidad.

Naturalmente. Y suelen estar relacionados con los animales o con el sexo.

Eso sin contar con la recepción en tu pueblo natal.

¡Ah, sí! Fue fantástico. Me invitaron en Almansa a dar una charla. Estuve solo dos días. Pero me enseñaron una exposición y unos periódicos antiguos con fotografías de mi madre, que llegó a ser Miss República y aparecía junto a Indalecio Prieto. Lo más curioso es que yo solo viví tres meses en este pueblo, pero se ve que les hace ilusión que en mi biografía aparezca el nombre de Almansa. Durante 48 horas me trataron como a una reina, como si fuera la protagonista de Bienvenido Mister Marshall.

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