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Documentació

Serpientes en el paraíso

Article publicat a “El Mundo” el 10/10/02 per Ricardo Senabre

Alicia Giménez Bartlett –Almansa (Albacete), 1951– parece haber encauzado definitivamente su obra narrativa por el camino del relato de misterio. Serpientes en el Paraíso es la quinta novela de la autora que tiene como personajes centrales a la inspectora Petra Delicado y al subinspector Fermín Garzón, de acuerdo con el esquema del binomio de investigadores entronizado por Sherlock Holmes y el doctor Watson y repetido muchas veces, incluso entre nosotros.

Baste recordar a “Plinio” y don Lotario en las novelas de García Pavón, o al sargento Bevilacqua y la agente Chamorro de Lorenzo Silva, además de otras parejas utilizadas ocasionalmente por autores como Alberto Miralles o Mariano Sánchez Soler. Pero sucede que, aun conservando el modelo lejano de Conan Doyle y la detection novel, estas realizaciones actuales han asimilado las innovaciones introducidas por la novela negra americana, con Hammett y Chandler a la cabeza, pero también con las numerosas ramificaciones cinematográficas del género. Se nota sobre todo en que se mantiene el misterio acerca de la identidad del criminal, pero su importancia decrece, porque lo que cuenta es ofrecer el cuadro de una sociedad engañosa, arañar la superficie de las cosas y descubrir lo que se oculta tras unos personajes de conducta en apariencia impecable y, a menudo, pertenecientes a sectores sociales acomodados e influyentes. Así, un suceso violento y misterioso desencadena una investigación que va sacando a la luz, sin pretenderlo, el reverso moral de una sociedad. Incluso fuera del género se ha utilizado este planteamiento en obras de denuncia o de marcado propósito testimonial, desde Muerte de un ciclista (1955), de Juan Antonio Bardem, hasta Nuevas amistades (1959) o Tormenta de verano (1962), de García Hortelano. En Serpientes en el Paraíso, el asesinato de Juan Luis Espinet sirve para poner al descubierto la hipocresía y las flaquezas ocultas de un sector social, representado aquí por un grupo de amigos y vecinos de la lujosa zona residencial “El Paradís” (nombre que, junto a la transparente evocación de un episodio del Génesis, permite la anfibología del título), de tal modo que la intriga propiamente dicha reside en las conductas de los personajes y en sus relaciones ocultas.

La autora se mueve con soltura en este género, y alterna bien pesquisas y descubrimientos con otros motivos secundarios sin perder nunca los toques distanciadores de humor y hasta de sarcasmo –que subrayan lo que en la obra hay de juego literario–, y no sólo, como era ya habitual en títulos anteriores, desperdigados en los diálogos entre Petra y Garzón, sino en historias como las de las hermanas Enárquez o los preparativos de la visita papal a Barcelona, en tipos como el juez García Mouriños y hasta en la misma narradora, oscilante entre el escepticismo más descarnado y los súbitos arrebatos de ternura con la pequeña Anita. Y hay personajes, como el de Malena, bien esbozados. Cuando se sugieren temas graves, como la posible frustración maternal de Petra o la pasión amorosa que puede conducir hasta el crimen, quedan inmediatamente amputados para no dañar el tono general de una novela cuya pretensión, lejos de toda trascendencia, es tan sólo la de entretener dignamente al lector sin caer en lo vulgar y en lo zafio. Tal propósito se cumple en estas páginas, escritas, además, en una prosa limpia, sin apenas otro desliz que algún giro altisonante (“me decanté por serenarme”, pág. 103), cierto uso preposicional desechable (“gente experta de cara a practicar un registro”, pág. 176) y algún catalanismo, como el uso de “hacer” [una película] por ‘proyectar’ (pág. 173).

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