15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Article publicat a "La Vanguardia" el 23/10/2002 per Lilian Neuman

Para quien no tenga todavía el placer de conocerla, sepa que la inspectora de policía de Barcelona, Petra Delicado, ha sido de ese tipo de gente que, desde Ritos de muerte (1996) y Día de perros (1997), acumula cualidades de dudoso encanto social: ha sido feminista agresiva, sus dos matrimonios han sido dos claudicaciones vergonzantes en su guerrera vida, es tajante, puede ser muy torpe con la gente y antipática.

Esta es la quinta entrega de sus casos, que la han llevado por diversos ambientes de Barcelona. De esta vecina del Poblenou puede hablarse como de Maigret, o de Brunetti, y esto para los solitarios lectores de novelas policiacas, que volvemos a estos detectives e inspectores como a nuestra familia, es muy de agradecer. Al final de esta novela, su ayudante, el paleto Fermín Garzón, le dice, entre admirado y aliviado: "Desde luego, inspectora, ¡qué bruta es usted!". No sólo Garzón, también el lector se queda más tranquilo, porque Petra Delicado amenazaba con dejar de ser quien es.

Antes de volver al redil, en este interesante y difícil caso de asesinato, lo que no pudo el barrio chino –y lo que no pudo en entregas anteriores un apuesto veterinario– lo pudo un grupo de casas confortables, en un lugar de ensueño, habitada por esas parejitas de treintañeros que se reúnen los fines de semana junto a la barbacoa (en otras palabras, viven al estilo de Los Ángeles). En esta urbanización de Sant Cugat adonde va a parar tanta gente de buen vivir, un joven y prestigioso abogado ha aparecido muerto en la piscina, pero cuando la inspectora empieza a interrogar a estas encantadoras esposas, madres de familia, y se sienta en una acogedora cocina a saborear una exquisita taza de café (y, sobre todo, cuando se le sienta en brazos un precioso bebé), su vida de soltera destartalada y sus hábitos de bares con olor a frito y ruido de tragaperras se ven amenazados. Lo interesante es que, al mismo tiempo, su conservador y pacato ayudante Garzón parece haber dado un giro desmelenado en su vida. En su caso, lo suyo llega a lo tronchante.

Hallazgos de carácteres aparte, y sin revelar ni una pista, este libro consigue que uno se indigne con aquello del Estado de bienestar y con todo lo guapo o "mono" (horrenda palabra, hay que prohibirla), equilibrado y de buen gusto en general. Como contrapunto a este mundo de aparente ensueño, dos familias de gitanos saldan sus cuentas a muerte, y una inmigrante filipina hace lo que sea para aferrarse a una Europa que la trata muy mal. Encima, Petra Delicado tiene que descuidar esto del crimen de la urbanización y formar parte del enorme despliegue policial junto a la catedral de Barcelona: resulta que llega el Papa. De modo que ha blasfemado más bien poco en esta entrega, y su ayudante Garzón, tildándola de bruta, ha exagerado.

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