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Documentació

Dialogando con Gil de Biedma

Article publicat a a “La Vanguadia” el 19/06/02 per Juan Antonio Masoliver Ródenas

Conversaciones recupera las entrevistas y conversaciones con Jaime Gil de Biedma (1929-1990) aparecidas en periódicos y revistas de 1950 a 1990, para ampliar de este modo el perfil biográfico y estético condensado en tres expresiones de su breve obra: los poemas de Las personas del verbo, las páginas autobiográficas del “Diario de un artista seriamente enfermo” y los ensayos de El pie de la letra. Esta amplia gama de diálogos es interesante porque no sólo refleja la evolución de las ideas del poeta sobre aspectos centrales de su personalidad y de su persona o sus personas poéticas, sino que permite asimismo ver reflejado el testimonio de distintas generaciones: amigos cercanos como Juan Marsé o Jaime Camino, colaboradores como Àlex Susanna, expertos en su obra como Carme Riera, periodistas como Maruja Torres o escritores jóvenes como Benjamín Prado.

El prólogo de Pérez Escohotado resulta insuficiente. Habría sido más útil una introducción general sobre el poeta en la línea de la que escribió Carme Riera para la edición de Lumen a Las personas del verbo. Lo que echamos a faltar en la introducción es una visión general del mundo de Gil de Biedma, una “historia” de las entrevistas y de los entrevistadores y un panorama de lo que el libro ofrece en su conjunto, tanto de lo nuevo como de las ideas ya conocidas, es decir, situar los textos en un contexto. No todas las entrevistas tienen la misma calidad, ni en todas el entrevistado muestra el mismo interés.Con los más jóvenes (Leopoldo María Panero o Benjamín Prado) parece impacientarse. Hay narcisismo y complicidad, exhibición de esgrima intelectual y de sensualidad verbal en la conversación con Carlos Barral. Y en ocasiones (con Federico Campbell y, sobre todo, la entrevista con la redacción de la revista “Thesaurus”) una voluntad de ahondar en su obra poética y en sus ideas sobre la poesía.

Por supuesto el orden cronológico crea una especie de “pathos” (del hedonismo de los primeros años al cansancio y al abandono de la poesía en los últimos) y le da una calidad narrativa. El hecho de que se hayan incluido tantas entrevistas (¿todas?: no se nos dice) le da variedad pero al mismo tiempo invita a las repeticiones, que aquí llegan a fatigar. Y alguna responsabilidad tendrán los entrevistadores si muy pocas veces aparece el brillantísimo conversador que fue Gil de Biedma. Brillantísimo y demoledor. La cortesía domina a lo largo del libro. Y es tal vez por cortesía o mojigato pudor que los entrevistadores se limitan a hablar de la sensibilidad homosexual a un nivel literario, centrada en Lorca y Cernuda, o no hurgan en su participación en la polémica antología de Castellet Veinte años de poesía española y la escandalosa eliminación de uno de los poetas más interesantes y prometedores, Alfonso Costafreda, de la que con toda la ligereza del mundo Gil de Biedma se declara responsable directo.

Con todas sus digresiones, repeticiones, cautelas y falta de verdadera dialéctica, Conversaciones resulta un libro ameno y de especial interés para quienes no conozcan la obra de Gil de Biedma. Son importantes muchas puntualizaciones sobre su relación con la lengua castellana, frente a la catalana o la inglesa. “Si yo pudiera elegir, escribiría en catalán o en inglés. El castellano tiene una serie de inconvenientes alarmantes como lengua de poesía”, algo que inevitablemente preocupa a quien a lo largo de las conversaciones se muestra obsesionado por las exigencias de la modernidad y de encontrar una voz moderna a su propia poesía. Se entiende su identificación con Gabriel Ferrater y la celebración de la poesía medieval, de Foix y de la poesía inglesa, muy especialmente de Eliot (“un poeta por el cual siento la más absoluta veneración”) y de Auden (“es el poeta y escritor que más me ha influido”).

Reñido con la caridad

Esta exigencia de modernidad y la necesidad (que comparte, por otro lado, con sus mejores amigos, Barral y Ferrater) de buscar unas lecturas que alimenten el afán renovador explica los elogiosos y lúcidos comentarios a Antonio y Manuel Machado, a Cernuda, a Guillén y hasta a Leopoldo Panero, pero también los comentarios críticos y los comentarios negativos, categóricos, perversos y muy personales a poetas como Pound (“su edad mental es de 15 años”), Juan Ramón Jiménez (“a los poemas de J. R. J. les falta contrastación, están escritos por recetas”, “no le considero un gran poeta”) o Blas de Otero (“este hombre es el varón de dolores, no hace más que llorar por España todos los días”). Sabemos que la caridad no era una de las cualidades más notorias de Gil de Biedma. También sabemos que de la caridad sale muy poca poesía.

Gil de Biedma parece haber limitado el espacio de sus preocupaciones para ahondar en ellas. No le interesa el cine y no hay referencias a la pintura o la música. Muy pocas a la novela. Las personas del verbo coinciden con las personas marcadas por el tiempo: el tiempo de la solidaridad, del hedonismo y de la sensualidad de origen sentimental, y el de la pesimista visión de la naturaleza humana y del miedo a la vejez y a la muerte que coincide con su pérdida de fe en la poesía. A estos ramalazos de intensa presencia humana y a las inteligentes y personalizadas opiniones y reflexiones sobre la poesía hay que añadir, aquí no del todo visible, el placer por las piruetas de la inteligencia hechas palabra, “jugando a esas cosas que nos gustan, que es hablar de lo que nosotros no sabemos”. Para escribir luego de lo hondamente conocido y vivido.

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