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Documentació

La caja de Pandora

Article publicat a “La Vanguardia” el 01/12/04 per J.A. Masoliver Ródenas

Los poetas de la Escuela de Barcelona, como la ha llamado su máxima especialista y divulgadora Carme Riera, están unidos por un afán inicial común, por una estrecha amistad y por una clarísima conciencia de grupo. El tiempo les ha ido dando una más trágica cohesión: la voluntad de autodestrucción en casi todos ellos, con excesos que les conducen a una muerte prematura y al suicidio. Figuras que han entrado en el territorio de lo mítico y que invitan no sólo al estudio de su obra sino también de su persona. Si Carme Riera ha escrito un libro, La Escuela de Barcelona, que es un imprescindible punto de partida (y en muchos aspectos de llegada), algo parecido ocurre en el terreno de lo biográfico, con Los Goytisolo y, ahora, Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta de Miguel Dalmau (Barcelona, 1957). Un libro con un enfoque muy poco convencional en muchos sentidos, de modo que la agitada vida de Gil de Biedma se percibe, palpitante, en la estructura y en el lenguaje del narrador, no para identificarse mansamente con el poeta sino para aumentar la fuerza del retrato. Y si digo que no trata de identificarse es porque el autor es fiel a sus fuentes, y sus fuentes son la gente a la que ha entrevistado: “Este libro es fruto de numerosas conversaciones sobre Jaime Gil de Biedma”, nos dice explícitamente en el capítulo de agradecimientos. Y precisamente porque el autor no interviene, podemos percibir la contradictoria y conflictiva vida del poeta a través de las contradictorias versiones de quienes le conocieron como familiares, amigos o amantes. No hay aquí, pues, ni protagonismo ni mitificación. Por la edad, difícilmente podía Dalmau caer en el protagonismo, ya que no se basa en experiencias personales sino en testimonios ajenos. Podría haber caído en la mitificación (al fin y al cabo el grupo de Barcelona invitaba a que así fuera) y en cambio ha elegido el camino más eficaz y original: el de crear una figura dramática y, por lo tanto, sin caer en la investigación literaria (la bibliografía no engaña), revelar la calidad dramática de la poesía de Gil de Biedma. Por supuesto, no haber sido testigo directo crea algunos problemas: hay algunas inexactitudes (el Boliche no estaba en el Paseo de Gràcia, ni se popularizó el apelativo de los Biedma para sus admiradores: eso me lo inventé yo en mi Beatriz Miami incluida por Dalmau en su bibliografía) y los que vivieron aquella época tal vez echen a faltar la inmediatez de los recuerdos. Y el hecho de que no acuda a fuentes literarias lleva también a inexactitudes (por ejemplo, decir que Castellet no incluyó a Leopoldo Panero y a Rosales en su antología). Pero ninguna de estas imperfecciones afecta al conjunto del libro. Dalmau ha aprovechado su experiencia como biógrafo y crítico literario, pero asimismo su experiencia como novelista. La estructura, concebida como un tríptico inspirado en un tríptico de Francis Bacon que, para Gil de Biedma, parecía resumir la historia de su propia vida, “como si Bacon hubiera sabido expresar las obsesiones secretas de su tormentosa vida privada”. El primer panel se centra esencialmente en la biografía del escritor, el segundo en su obra poética y el tercero en su vida amorosa. En cada panel hay un orden cronológico, pero que se superpone con el de los otros paneles. Hay por supuesto un peligro, el de la reiteración. Es el peligro de quien ha querido correr todos los riegos para salirse de las biografías convencionales. Pero los aspectos positivos son incuestionables: a modo de una pintura cubista, vemos simultáneamente las distintas perspectivas que nos permiten captar la complejidad toda del personaje en lugar de una superficie plana. Pues de eso se trata, de revelarnos la vida del poeta. Y el tono narrativo propio de la novela permite establecer un lazo comunicativo con el lector y estimular la imaginación o percepción de lo narrado. Esta capacidad narrativa y dramática en ocasiones se le escapa de las manos y cae en el efectismo. Al hablar del signo astral del poeta, por ejemplo. Pero el resultado del conjunto es espectacular por lo que tiene de vivo, conmovedor y estremecedor. Gil de Biedma nace en el lujo, lo necesita y lo detesta, tiene el talento y el tesón de un alto ejecutivo y lleva una vida nocturna desenfrenada en una espiral autodestructiva, vive una relación conflictiva con un padre atormentado, vive descaradamente la homosexualidad y la oculta a su familia y en su trabajo. El tema del secreto es aquí un motivo recurrente. El secreto y la culpa, el hedonismo y la destrucción. Tal vez echemos a faltar en el primer panel la presencia de las hermanas (tan presentes en las entrevistas), pero la lejanía de la madre es de gran eficacia dramática, por el empeño del poeta en que no descubra su homosexualidad y sobre todo el sida que le llevaría a la muerte. El panel más poderoso es, sin duda, el último. Pero los anteriores son imprescindibles para llegar a la intensidad de la vida más íntima, desenfrenada y desesperada de Gil de Biedma. Nos interesan los comentarios sobre sus lecturas y cómo descubrió a sus poetas más admirados, los comentarios sobre sus poemas, con pistas muy valiosas. Las relaciones de amistad y, sobre todo, las amorosas, muy especialmente, paradoja entre tantas paradojas, con las mujeres (Mené Rocha o Isabel Gil, la mítica Bel de la gauche divine) y el contacto muchas veces ambiguo con los jóvenes poetas, que repiten la lejana figura de los ambiguos admiradores de Aleixandre. Gil de Biedma a veces nos indigna con su señoritismo y su exceso de inteligencia corrosiva, pero Dalmau ha sabido llegar a lo más hondo de un personaje cuyo fondo es un pozo de misterio, y ha sabido rescatar lo más valioso de la persona y del poeta. Serán muchos los lectores que habrían preferido mantener este secreto como se empeñó en mantenerlo Gil de Biedma. Sobre todo la gente que estuvo más cerca de él. Y también algunos que no lo estuvimos tanto. Pero lo que Dalmau desmiente, siempre a favor del poeta, es fruto de su investigación. Y lo que revela, es siempre fruto de personas que estuvieron muy cerca de Gil de Biedma, empezando por sus hermanas. Y, en todo caso, hay aquí una grandeza baudelairiana que el lector de su poesía, y no sólo el morboso lector de una biografía, necesitaba.

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