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Documentació

Pere Guixà, a los veinticinco años, en 1933

Article publicat al “La Vanguardia” el 11/09/2002 per Julià Guillamon

Me imagino a Pere Guixà con veinticinco años, en 1933. Josep Maria de Sagarra le hubiera querido conocer enseguida. Josep Janés i Oliver le habría encargado una traducción del francés para los Quaderns Literaris. Una tarde, en el Ateneu, Just Cabot le propondría un artículo sobre los jóvenes universitarios a aparecer en “Mirador”: esta colaboración no le abriría las puertas del célebre semanario, pero años más tarde todavía recordaría con admiración a Cabot (como aquel personaje de Incerta Glòria de Joan Sales). Sagarra le presentaría a Foix, que le invitaría a escribir en “La Publicitat”. Frecuentaría redacciones de periódicos, tertulias, teatros. Y tras un puñado de artículos, dos traducciones y unos versos adolescentes, muy comentados, en “La Revista” de López Picó, quizás publicaría su primer libro. En sus críticas, los “seniors” le tratarían con deferencia y le alentarían a continuar por el buen camino. Así se construye una cultura.

Nada de eso existe ahora. A los veintinueve años, Pere Guixà (Barcelona, 1973) ha publicado tres libros de cuentos y pocos se han enterado. No hay maestros, ni guías, no existen tribunas en las que los jóvenes puedan foguearse, los lectores se mantienen al margen de la extraordinaria renovación temática y formal de la literatura catalana. La mejor generación de escritores catalanes desde la Guerra Civil crece a salto de mata. Con el balance de media docena de libros muy bien escritos, reflejo de un mundo personal muy potente, pero que a menudo resultan opacos e infranqueables. Todos los libros de Pere Guixà me han provocado esta impresión: estamos ante un autor bien dotado, que debe acotar sus intereses, calibrar referencias e intensidades, dosificar su rareza. Entre L'examen de l'autodidacte (2000), Alias Barcelona (2001) y L'embolic del món hay una progresión positiva. Un paso más y el talento de Guixà nos dará obras verdaderamente duraderas y valiosas.

Me explicaré. L'embolic del món es un título muy sugestivo. Remite a la expresión tradicional “el melic del món”. En esta época de feroz individualismo, muchos consideran que son o están en el ombligo del mundo: los jóvenes y los adolescentes más que nadie. Guixà nos cuenta que el centro está descentrado, que un ombligo es un tubo nutricio cortado de cuajo, rematado con un pliegue. Y ese pliegue forma un vórtice en el que las cosas giran sin orden. Los paisajes, los objetos y la delicada materia de los deseos, los sueños, la identidad. Todos los cuentos del libro remiten a esta idea. Andamos ciento ochenta páginas sin rumbo, por ese desguace peraltado que es el mundo tal como lo describe Guixà. El pintor visionario, la atribulada señora, el adolescente rebotado se consumen en una sensación de extravío, de pérdida y radical desconcierto. No saben qué hacer, no quieren nada.

Emergencias y esnobismo

En algunos cuentos Guixà introduce una fractura interior. Cambios de perspectiva o de dimensión a lo “Mulholland drive”, pero también simples digresiones y rodeos. “La cadena del fred” empieza con una situación de emergencia, se ha perdido un niño, un hidroavión lanza su líquida carga sobre el grupo de rescate. La imagen de los bomberos que “apaga” a los de protección civil es muy buena, pero es una entre tantas, el cuento incluye además las andanzas de un guardia jurado con su novieta (y las de ella con un marimacho), una descripción de las costumbres de los “motards”, el recuerdo de un episodio oscuro en el bosque. El mejor cuento de L'embolic del món es para mi “Música pop”, una burla del esnobismo que rodea la música independiente. Aquí Guixà toma una sola idea (la historia de un sello que en seis años no publica ni un disco) y la desarrolla en una única dirección. Todos los ingredientes (las reflexiones sobre la belleza moderna, el concierto en Zeleste y el premio de Rock de Lux) están en función de esa idea central. De los relatos de Guixà, es el más contenido y el más inteligible, el más intencionado y el menos misterioso. El mundo puede estar todo lo embrollado que se quiera pero el cuento es un concentrado cristalino, una trama que nos mantiene en vilo, un estilete que surca la memoria.

Pere Guixà es uno de nuestros mejores autores. Ya es hora de que la gente lo sepa. Si yo fuera J. V. Foix o Just Cabot, entre cuento y cuento le propondría escribir también artículos, crónicas, reportajes. Para que una parte de esa imaginación y ese talento se ponga al servicio de la comunicación con los lectores. ¿Por qué no?

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