15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Es fácil ser poeta a los 20 años, lo difícil es serlo a partir de los 50

Article publicat a "ABC" el 22/10/02 per Sergi Doria

Hace dos años vio la luz El diamant dins l´aigua, poemario de cinco estaciones desde las que Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) destila sus propias imaginerías con las artes de la madurez. La experiencia estética, el amor, el cine de Mizoguchi, la conciencia cívica, el envejecimiento y la muerte transitan por versos de variada métrica; todos fechados, desde el 96 hasta el 2002, con cuatro poemas inéditos, incluidos en esta edición bilingüe de Cuadernos del Bronce.

Estaciones de la madurez

A sus 57 años Pere Gimferrer recupera autores y motivos de su juventud. Desde Mascarada -auténtico punto de inflexión que marca su obra posterior- recobran un primer plano: Apollinaire, Aragon, Darío, la poesía medieval catalano-provenzal, Góngora... «Es muy fácil ser un buen poeta a los veinte años -y no digo extraordinario poeta como Rimbaud-, lo difícil es serlo de los cincuenta en adelante», advierte. A esa edad escribió Mascarada: «si no hubiera sido una obra diferente, no valía la pena. Todo lo que he publicado a partir de entonces tiene mucho más que ver con mi vida, no es tan elíptico».

El libro se abre con el largo poema que le da título y que surge de un verso de Rubén Darío: «... como el diamante en el agua...». Explica Gimferrer que empezó a escribirlo «pensando en un soneto y al final apliqué una métrica de eneasílabos, muy francesa, introducida por Darío en España y frecuentada por Apollinaire y Aragon». Nadie como Gimferrer ha reivindicado con tal vehemencia al vate de Nicaragua. Lo descubrió con sólo 13 años y devoró sus obras editadas por Austral: Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza... No se cansa de repetirlo: «Darío es el mejor poeta en castellano posterior a Góngora, ya que nadie superó a Góngora hasta el siglo XVII».

En el Pere Gimferrer del 2002 obra cierto talante mediúmnico. El 18 de abril de este año pergeñaba a bordo de un avión dos de los cuatro poemas inéditos que ha recogido la presente edición: «Elegía» y «Naufragio». Surgieron «uno tras otro y con muy pocas correcciones. Corrijo poco, últimamente», explica. Los últimos poemas de Gimferrer nacen «como si fueran dictados. No me paro a analizarlos porque estoy seguro que lo que escribiré tendrá sentido. Es algo que se ha sedimentado y cobra vida en forma de verso. No estoy hablando de «escritura automática», pero admito que no existe un proceso de racionalización previo al verso».

En «Naufragio», el poeta contempla la escritura como un tejido autónomo, vegetación que se enreda entre las casillas del papel cuadriculado: «Reja de la escritura: con los años / se convierte en liana: se estrangulan, / decapitadas, todas las palabras, / como el erizo de la piel de hierro / y la forja del vientre de la noche. / Yo soy estas palabras: mascarilla / de tinta azul, el galeón en llamas».

Mirada y envejecimiento

Los destellos de los fotogramas cinematográficos se siguen percibiendo en «El diamante en el agua». El homenaje a Kenji Mizoguchi y el instante de fulgor: «Ésta es la mirada: el mundo se torna espacio que se precipita, / el ojo se desposa y se mide con la claridad, la duración se anula / en los pliegues de oro del instante. Joyería». Los motivos del poeta, reiterados pero que no resultan fundamentales en esta entrega de versos. La alusión a la actualidad que ya afloraba en «Mascarada» con los denuestos a Felipe González reúne un manojo de poemas de talante cívico: la poética de Armand Obiols y Maria Mercè Marçal, o Sarajevo inspiran versos en una tradición deudora de Otero, Alberti y Neruda. En el último tramo del libro, el poeta aborda el envejecimiento, pero matiza: «Puedo hablar desde el crepúsculo pero no de la senectud... y ya no sé qué puedo añadir a lo que digo en los poemas». Llega, ahora, la hora del lector.

Tornar